"Cuento de navidad"
"AMOR PURO AMOR"
sábado, 12 de marzo de 2011
"LINDAMOR"
indamor merecía este nombre porque era una niña buena y bonita.
Todos la querían, y daba gusto verla correr por el jardín sin pisar las plantas, o cuando ayudaba a su mamá, obediente y calladita.
A veces quería inventar juegos.
-- Y ahora, ¿qué hago yo mientras tú lavas, mamá?
-- Jugar.
-- ¿Y a qué puedo jugar?
-- A las letras. A ver si recuerdas lo que te enseñé.
Y Lindamor saltaba alegremente cantando:
Con la a, mamá,
Con la e, bebé.
Con la i, sí.
Con la o, no.
Con la u, muuuu...
Una mañana, mientras Lindamor cantaba, la vaca negra de don Hilario, el vecino, asomó su cabezota sobre la tapia, muy enojada, creyendo que la niña se burlaba de ella.
-- ¿Por que no me dejas en paz? __le dijo.
-- ¿La molesto con mi canto? __respondió la niña__. Perdóneme. Y si no le parece mal, ¿no quiere que lo aprenda su hijito Ternerín?
Desde ese día Lindamor se hizo muy amiga de Negra, que así se llamaba la vaca. Negra era muy simpática y tenía un ternerito blanco y juguetón.
Cuando la mamá de Lindamor trabajaba en la casa o jardín, Lindamor, subiéndose a un banquito, daba manojos de hierba a Negra y a Ternerín.
A la niña le gustaba mucho la casa vecina; tenía un hermoso jardín, una huerta con árboles frutales y un pedazo de campo donde siempre había animales. Así conoció a Betún, un potro que no sabía estar quieto; a Belina, el perro salchicha, y a Muz, el gato persa.
Lindamor les tenía a todos mucho cariño y a cada rato le pedía a su mamá:
-- ¿Me das permiso para asomarme al jardín de la casa vecina, mamita?
-- Por ahora, sí. Pero no lo hagas cuando vuelvan los dueños, pues no les va a gustar que una niñita esté curioseando.
La mamá sabía que su nena era obediente y que cuando le dijera que no debía asomarse a la pared no lo haría más.
Mientras tanto, Lindamor charlaba asomada a la tapia con sus amigos. Belina daba grandes saltos queriendo alcanzarla. Betún corría de aquí para allá, muy contento. Muz se lavaba la cara con su patita gris, y negra y Ternerín repetían --Muuuuu, muuuu, muuuu.
Una mañana la mamá le dijo a Lindamor:
-- Han llegado los vecinos con sus tres nenas: Florinda, Flora y Flor. No debes asomarte, querida. No me gusta que piensen que eres una niña entrometida.
-- ¿Y no puedo decirles adiós a Betún, a Negrita, a Ternerín, a Belina y a Muz?
La mamá abrió unos ojos muy grandes, asombrada. Como su hijita nunca le había contado nada de aquellos animales, creyó que tenía fiebre y estaba como soñando despierta. Afligida, le puso la mano en la frente, y en ese momento Lindamor empezó a estornudar.
-- Atchís, atchis, atchís...
La nena tuvo que acostarse y vino el doctor Pandereta, que era muy alegre y nunca metía una cuchara en la garganta de los chicos.
El doctor Pandereta era muy viejecito y llevaba un traje verde con grandes bolsillos. En esos bolsillos había cosas lindas para los niños: pastillas de chocolate y de menta, autitos de plástico, paquetes de galletitas; en fin, una cantidad de cosas. Lindamor se puso contenta al ver a su amigo, el doctor Pandereta, que siempre le contaba cuentos.
--¿Quieres oír la historia de Cri-Cri?
-- ¿Quién es?
-- ¡Un grillito!
-- Ay, sí. A mí me gustan mucho todos los animales, doctor Pandereta, y ahora creo que me voy a enfermar porque mi mamita no deja que me asome a la casa vecina para ver a Negrita, a Ternerín, a Belina, a Betún y a Muz.
El doctor se rascó la frente, preocupado. Luego dijo:
-- Ya me contó eso tu mamá, Lindamor. Bueno, tu casa es ésta y no tienes para qué andar curioseando la del vecino. A ver si te sucede lo que le pasó a Cri-Cri, el grillito.
-- ¿Y qué le ocurrió, doctor Pandereta? ¿Me lo cuenta?
-- Le pasó que se cansó de su casita. ¿Y sabes dónde vivía?
-- ¿Cómo voy a saberlo?
-- Dentro de una rosa roja. Pero él siempre estaba con ganas de volar. Y una linda mañana de verano abandonó su casita. La rosa lo despidió diciéndole: Adiós, ingrato Cri-Cri, ya te acordarás de mí.
El muy pícaro no tardó en conocer todas las casitas de las flores. Pasó por la del Lirio, la de la Azucena, la del Clavel y la Margarita.
Y resulta que cierta vez Cri-Cri encontró una flor muy rara, con cinco pétalos, una flor que se movía mucho... Era la mano de Gugú, la nena del jardinero, que llamó a sus hermanitos, mientras encerraba al grillito entre sus dedos suaves:
-- Miren lo que tengo aquí:
Es un grillito amoroso. Lo llamaremos Cri-Cri.
Llegaron cinco chicos corriendo: uno comía una manzana; otro, un bizcocho; otro, un pedazo de torta, y el que chupaba un caramelo llevaba en brazos a un bebito que tenía un chupete.
-- ¿Y a que no sabes lo que querían?
-- No sé, doctor Pandereta.
-- Querían acariciar al grillito. Y el pobre pensaba : "¿Por qué me habré movido de mi casita de rosa, de mi jardín querido?"
"Ahora si que me muero por tonto y aventurero".
Gugú fue a la cocina, donde su mamá estaba pelando papas.
-- Mamita, ¿Me das una caja para guardar a un grillito que encontré? Los chicos quieren hacerle daño.
--¡No es cierto! Queremos acariciarlo, nada más.
-- Imagínate, Lindamor, cómo se sentiría Cri-Cri. Hasta que la señora vino con una cajita donde había algodón color rosa. Gugú dijo:
-- Voy a hacerle unos agujeritos a la cajita para que Cri-Cri pueda respirar.
Después le puso adentro y dejándolo sobre la heladera se fue a jugar con sus hermanitos a la ronda-catonga.
Cri-Cri se puso a llorar:
-- !Ay, Dios mío, qué frío...! Quiero salir de aquí, quiero volver a casa, Cri, Cri, Cri...
-- ¿Y qué paso, doctor Pandereta?
-- Pasó que cuando vino el abuelito de los chicos para servirse un vaso de leche vio la cajita sobre la heladera. Al abrirla, se encontró con el grillito, que temblaba de miedo. Sin decir palabra lo sacó de la caja con mucha suavidad y se fue con él al jardín y lo coloco sobre una dalia.
Claro que no entendió lo que el grillito le dijo:
--Muchas gracias, señor, por traerme a esta flor.
Pero él quería volver a su casita de la rosa y sólo después de un largo viaje pudo llegar a ella, muy cansado. De modo que ya lo sabes, Lindamor, nada de andar curioseando los jardines ni las casas vecinas. Hay que querer a nuestra casita, a nuestro jardincito, y ahora beberás una taza de chocolate bien caliente y mañana estarás sana.
-- Sí, doctor Pandereta, pero yo quiero ver a Negra, Ternerín, Betún, Belina y Muz, porque son muy buenos y son muy amigos míos.
Al ver que la niña seguía con su capricho, el doctor exclamó:
-- ¡Caracoles!
-- Los caracoles me dan lástima porque tienen que cargar siempre con su casita. __ Dijo Lindamor.
-- Cuando estoy preocupado digo ¡caracoles! Y ahora estoy pensando algo que te va a gustar de veras, Lindamor.
-- ¿Qué es doctor, qué es? ¡Dígamelo pronto, por favor!
-- Ahora verás. Ponte un vestidito limpio y péinate bien. Ya vuelvo.
Lindamor esperó impaciemte al viejecito, que no tardó en volver seguido por tres lindas chicas de la edad de Lindamor que la saludaron con un beso cada una.
El doctor Pandereta las presentó:
-- Estas son Florinda, Flora y Flor, tus vecinitas, quieren ser amigas tuyas, Lindamor.
-- Y vendrás a jugar con nosotras al jardín de casa -__dijo Florinda.
-- ¡Qué suerte! Voy a enseñarles una canción muy linda __respondió Lindamor.
Y al poco rato las cuatro niñitas cantaban en el jardín vecino:
Con la a, mamá.
Con la e, bebé.
Con la i, sí.
con la o, no.
Con la u, muuuu.
Y Negra y ternerín repetían alegremente:
muuuu, mientras Betún relinchaba, Belina saltaba y Muz se relamía la leche de sus bigotitos.
Cuento de Maria Alicia Dominguez.
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"MUÑECA DE TRAPO"
"Muñeca de trapo,
bella cuando era nueva
hoy tirada en un rincón
con lazos descoloridos
ojos de un triste mirar.
¿Quién en ese estado te dejo?
¿Quién tu belleza no supo valorar?
¿Quién te dejo tirada en un rincón?
¿Quién rompió tu corazón
muñeca de triste mirar?
Vestida de tul raído por el uso
mejillas coloradas,
aun estando abandonada
quizá por vergüenza
de estar botada en un rincón.
Ya tu dueña te dejo
por otra muñeca nueva
¿De qué sirve quejarse
del destino que te toco?
¿muñeca de triste mirar?.
Esa era la queja de una muñeca de trapo, cuando vio que su dueña la cambio por una muñeca nueva y la dejo en un desván, era una muñeca de ojos verdes y una mirada que destrozaba el corazón, tenia las trenzas desechas, el vestido sucio, descalza pero aun así conservaba su belleza. Pero pasado los años, cuando su dueña, que ya era toda una señorita, al limpiar el desván la encontró y recordó lo feliz que fue con aquella muñeca, dijo: ¡Así como yo fui feliz contigo, así que sea feliz otra niña!, la tomo entre sus manos , lavo a la muñeca, la peino y le puso lazos nuevos en sus trenzas, cambio el vestido viejo por otro nuevo y le puso zapatitos de gamuza. La llevo a un orfelinato para donarlo, pasado un tiempo en el cumpleaños de una niña abandonada, fue envuelta en papel de regalo, la muñeca quedo a oscuras hasta que escucho la voz de su nueva dueña, una niña inocente de cinco años, feliz de tener una muñeca de trapo, desde aquel día la muñeca de triste mirar, tenía el corazón contento porque aprendió que su destino era hacer feliz a las niñas sin importar que cuando crezcan la abandonen en un rincón.
Este cuento es mi aporte a la niñez espero que sea del gusto de ellos. No soy escritora pero es lo que me nace y lo pongo en estas lineas. (Ana Salazar)
Derechos reservados. Si te gusta, puedes copiarlo con el nombre del autor.
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