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"Cuento de navidad"





"AMOR PURO AMOR"

sábado, 25 de diciembre de 2010

"PAPA NOEL NOS ESCRIBE UNA CARTA"


Esta carta la escribió Papá Noel para los niños que no encuentran juguetes junto al arbolito deNavidad.
Es larga, pero es que ... Papa Noel, no se olvida de nadie y tiene tantas cosas que decirnos a todos...

Queridos niños:

Sí, claro que he leído todas las cartas que me enviaron y me sé de memoria todas las listas de los juguetes que me pidieron.

Unas listas tan largas como el cuello de una jirafa y tan gordas como el lomo de un rinoceronte.

Pero, como todos los años, los juguetes se me terminaron antes de que yo finalizara mi recorrido.

No, Pablito, no hagas pucheros ni te pongas tan triste. Y tú tampoco, Pedro, ni tú, Mariana.

Está mal que digan que soy injusto porque al chico de la casa grande le dejé una bicicleta, un rompecabezas y una pelota, y a ustedes nada. Está muy mal que se enojen conmigo.

Porque para ustedes, que no encontraron juguetes al pie del arbolito, ni junto a las zapatillas, cansada de tanto correr por las tardes azules, tengo algo mejor... mucho mejor.

Carlitos, desde tu cama del hospital me pediste un triciclo. Pero tres ruedas son pocas para correr, como tu quieres, a la velocidad del "Jet", y tanto dale que dale con los pedales, terminarías por cansarte mucho. Te propongo algo ...cierra los ojos. Para ti tengo un pájaro grande, con suaves alas amarillas, ¿lo ves?... ¡sí que lo ves!; puedes treparte a él y viajar adonde quieras, rápido como el viento, cuantas veces lo desees. Te bastará sólo con cerrar los ojos y pensar en él...

Para ti, Mariana, en vez de la muñeca con el gran moño celeste en los rizos dorados, te dejé , hace ya tres meses ,(porque yo reparto algunos regalos por adelantado), una hermanita, que es una maravilla...llora, come, mueve las piernas y los bracitos, te mira, ¡te conoce! Y será cada día más grande. Podrás jugar con ella y enseñarle cantos que repetirá con su vocecita... Las otras muñecas, Mariana, se quedan siempre chiquitas y nunca aprenden ningún canto.

A ti Juan, a ti Eugenio, y a ustedes Martín, Andrés, Jorge, Mario... les mandé mi regalo por el correo del viento. Mariposas de verano, amarillas, anaranjadas, moteadas de negro, de turquesa, de color guinda. Si, ¡¡ ya los veo correr tras ellas por el bosque, y por el descampado que hay junto a las vías del tren, rápidos y sonrientes, mientras escucho vuestras carcajadas, corriendo bajo el sol!!. Y llené las acequias con pececitos pequeños, para que las pesquen con la caña improvisada, con las manos nerviosas y las vean nadar, saltar y dibujar remolinos inverosímiles en las latas de conservas. Y los quiero mucho.

Sí que los quiero mucho. Aunque no les haya dejado juguetes, son mis predilectos. Por eso deseo enseñarles algunas cosas importantes: el hilván de la lluvia cosiendo los charcos en las veredas rotas; el concierto de grillos tratando de hacer sonreír al calor cuando se enoja; la humilde enredadera de la "dama de noche" abriendo sus paragüitas blancos cuando llega la primera sombra...

Ya sé, Francisco, que todo esto no te quita el hambre ni hace más grande tu escaso pedazo de pan. Ya sé que esto no tapa el agujero de tu zapato ni te calienta la espalda en el invierno.

Pero te convencerá de que el mundo no es un redondel gris que se transita con un poco de dolor y un poco de fatiga, sino una caja de sorpresas donde cada uno puede encontrar algo que dibuje una sonrisa, que encienda una esperanza, que alimente una emoción.

Ahora eres pequeño y te importa más un helado que un pedazo de cielo recortado entre los edificios.

Pero has de saber que cada helado que no comes, cada juguete que no tienes, te irán dando una fuerza de lucha, que debes aprovechar en tu beneficio.

Hay que aprender la a... la o... la u. Hay que mirar en todas direcciones para conocer bien a la gente, y también hay que mirar en dirección a uno mismo para conocerse y para amarse sin tenerse lástima. Porque si te tienes lástima esperarás que otros hagan por ti lo que tú tienes que hacer por ti mismo.

Hay que luchar. Sí, Francisco, sí, Juan, sí, Carlos. Tu primera misión de cada día, debe ser sonreír. Sonreírle a tu sábana raída cuando abres los ojos y al remiendo de tus pantalones y decirles ..."Estudiaré mucho, trabajaré mucho y entonces podré comprar unas sábanas nuevas y un pantalón sin remiendos, para que ustedes, que sin parar, viejitos y cansados, me prestan sus servicios hasta el fin, se tomen unas vacaciones".

Sí, sonreírle a mamá, que a veces no se da cuenta de tu pena o de tu alegría, porque está muy preocupada (los mayores siempre tienen que resolver serios problemas y eso los hace parecer un poco agrios en ocasiones).

Y acuérdate siempre de los grillos y las mariposas, de las ranas en los charcos y los renacuajos. Acuérdate siempre. También cuando seas grande. Un hombre o una mujer, que una vez al día levanta los ojos al cielo como un barrilete esperanzado, es un hombre o una mujer, que además de llevar cuentas y números pegados en la frente y en los puños de sus ropas, llevan mariposas colgando del corazón.

Quiero que seáis uno de esos hombres y mujeres. Unas personas buenas, unas personas que aman.

Entonces..., podré pediros un favor... que seáis mis ayudantes. Porque yo estoy viejo y cansado de tanto y tanto andar por el tiempo, y necesito hombres buenos que me ayuden a repartir juguetes en los hospitales, en las casitas pobres, en los asilos.

¡¡Ah!!, sí, Juan, qué alegría me darás, y cuántas, cuántas sonrisas felices encenderemos entonces...

Sí, Juan, Daniel, Felipe, Eugenio, Ariel, Mariana... con ayudantes como ustedes, ningún niño se quedará sin su juguete. Estoy seguro.

Por eso, Francisco, si tu mamá llora este año (como lloró el año pasado) porque no encuentras tu juguete junto al zapato gastado, dale un beso, sonríele y dile:

-No llores, mamá... no creas que Papá Noel no me quiere. Al contrario, me ha regalado las mariposas, las luciérnagas, los charcos con ranas, una orquesta de grillos, y además... me nombró su ayudante. Una demostración de que me quiere muchísimo. Y así, cuando yo sea grande, ninguna mamá tendrá que llorar porque su hijo se quedó sin juguetes en Nochebuena...

Papa Noel.

martes, 21 de diciembre de 2010

"UNA MISIÓN MUY ESPECIAL"

Mamá estrella llamó con urgencia a sus 3 hijas, eran tres estrellas brillantes del cielo. Hijas, tengo una misión muy especial para una de vosotras, no puede ir cualquiera, es una misión muy importante, y la estrella que vaya no puede equivocarse; debe saber muy bien el camino, pues si se perdiera sería una catástrofe; debe ser trabajadora y no dormirse, ya que no puede llegar tarde y por supuesto debe realizar el trabajo con alegría pues es la misión más especial que jamás tuvo una estrella.

Yo iré! -dijo la más grande- Soy la mayor y la que más viajes ha hecho, nunca me pierdo aprendo rápido el camino pronto estaré de vuelta para contaros mi aventura. No, iré yo! -dijo la mediana- Soy la más guapa y para una misión tan importante es mejor que yo represente a la familia, así todos quedarán con la boca abierta al verme. Y tú, -dijo mamá estrella mirando a la más pequeña- ¿es que tú no quieres ir? La estrella más pequeña agacho la cabeza y dijo: Mami, yo soy la más pequeña, apenas he viajado, no me conozco el cielo, puedo perderme y estropearlo todo, tampoco soy la más guapa, igual cuando llegue, se ríen de mí.

Mamá estrella se quedó un minuto pensando.... ¡Cerrar los ojos! - les ordenó.- ¡¡Ahora mirar con el corazón!! ¿Qué veis? Yo veo el camino por el que tengo que ir, es un camino largo pero pronto estaré de vuelta -dijo la mayor.- Yo veo a mis amigas y hermanas felicitándome por lo bien que he hecho la misión -dijo la mediana.

Yo veo un niño -dijo la pequeña- un niño muy lindo que acaba de nacer. Entonces mamá estrella sonrió satisfecha. ¡Irás tu! -dijo señalando a la pequeña-. ¡Yo! ¿Estás segura? ¡Sí! - solo tienes que cerrar los ojos y ver con el corazón, él te guiará y se enseñará el camino, el te dirá como llegar, se animará para que continúes y te dará la alegría que necesitas para hacerlo muy bien.

Porque solo un corazón humilde y generoso como el tuyo puede hacerlo. Y así fue como mamá estrella envió a su hija pequeña a cumplir con la misión más especial que jamás tuvo una estrella.

¿Sabes qué misión fue?..La de guiar a los tres reyes magos hacia el portal de Belén, donde nació el Niño Dios.

sábado, 18 de diciembre de 2010

"UN AMIGO EN NAVIDAD"


En un sitio muy lejano de una ciudad donde en tiempo de navidad cae la nieve y hacen muñecos de nieve, vivía un niño solitario sin mas compañia que sus padres. Un día que se sentía muy solo salio a jugar con los copos de nieve, de pronto vio brillar entre uno de los copos algo que llamo su atención, reviso y encontró una piedra roja color carmesí, lo cogió con cuidado y sintió algo raro en todo su ser, escucho una voz interna que le indicaba que haga un muñeco de nieve.

El niño comenzo con la obra, al terminar el muñeco vio que le faltaban los ojos, boca y nariz; entro a su casa y cogió una muñeca vieja de su madre y le saco los ojos, busco entre sus juguetes, encontró una pelotita, vio un florero con rosas rojas y saco un pétalo, corrió al sitio donde estaba el muñeco, le coloco los ojos de la muñeca vieja, la pelotita como nariz y el pétalo de rosa fueron los labios del muñeco de nieve, vio que le faltaba la ropa, entro nuevamente a su casa y cogió un sombrero de su padre, una chalina de su madre y le coloco al muñeco.

Se sentó a contemplar su obra y sentía que algo le faltaba, se dijo para si:

--¡Si ya se que le falta, le falta un corazón!

Se levanto y busco la piedra en sus bolsillos, luego lo coloco en el muñeco, justo al lado izquierdo de su pecho, al instante vio que el muñeco se movía.

Se asusto y dio un paso atrás, el muñeco se estiro abriendo sus ojos, miro fijamente al niño, sonriendole:

--¡Al fin encontraste mi corazón! -dijo el muñeco- ¡hola Héctor!.

El chico no atinaba a decir nada por la sorpresa.

--No tengas miedo. -dijo el muñeco.

--Yo... como... ¿Como sabes mi nombre?.

--ja...ja...ja... también se que eres un niño muy bueno y que te sientes solo.

--Si, pero tú eres...

--Yo soy, o mejor dicho era un duende de Papa Noel.

--Y que paso contigo.

--Pues nada Héctor, que Papa Noel viéndote solo, y siendo un niño bueno, quiso darte compañía en Navidad. Pregunto quien quería venir y yo me ofrecí.

--¿Y jugaras conmigo?.

--Claro que si.

--¿Te quedaras conmigo para siempre?

--Hummm, solo por noche buena, pero cuando pase todo, saca mi corazón y llevalo contigo, así no estarás solo, cuando lleguen las otras navidades has un muñeco de nieve y pones nuevamente mi corazón en el muñeco y estaré contigo.

Dicho esto los dos se pusieron a jugar, el niño era feliz, reían, se tiraban nieve, cantaron hasta el amanecer. El muñeco le dijo:

--No olvides lo que te dije. Cuando te sientas solo, agarra mi corazón, con el sentirás paz y felicidad.

Dicho esto el muñeco se quedo inmóvil, sin vida.

Héctor se sintió triste, e hizo lo que le dijo el muñeco, tomo el corazón y lo miro con cariño, era una hermosa piedra que brillaba.

El niño ya no se sentía solo, estaba contento de tener un amigo, aunque sea solo un corazón, pero le quedaba la ilusión de volverlo a ver en noche buena.

Recuerda: Nunca estas solo siempre tienes el corazón de alguien que piensa en ti.
 
Autora: Ana Salazar. Si te gusta,  puedes copiarlo con el nombre del autor.(Derechos reservados.)

viernes, 10 de diciembre de 2010

"EBENEZER SCROOGE"

Era la época de Navidad en Londres. Allí vivía un hombre llamado Ebenezer Scrooge. El era un muy trabajador, pero al mismo tiempo era malvado, tacaño, y cruel, que no sabia lo que significaba la generosidad. Un día antes del día de Navidad, Scrooge y su empleado, Bob Crachit, estaban trabajando en su oficina. Scrooge siempre estaba contando su dinero, mientras que Bob contaba los minutos para irse a casa con su familia.

Bob pensaba : Tengo mucho frió en esta oficina, pero el Sr. Scrooge no quiere que encienda el calentador, el dice que es un desperdicio de dinero.

Repentinamente, la puerta se abrió, y entro Fred, el sobrino de Scrooge.

Fred le dijo: ¡Feliz Navidad, Tío!

Scrooge: ¿Navidad? !Bah! ¡Tonterías! La Navidad es solo una mentira.

Fred: Se que no lo dices de verdad, tío.

Scrooge: Claro que si. La Navidad es solo una excusa para no trabajar. Además, ¿que razones puedes tener tu para ser feliz? !Eres tan pobre!

fred: !Vamos, tío! Y, ¿que razón tienes tu para estar triste? !Tu eres tan rico!

Scrooge: !Bah!

Fred: No te enojes, tío.

Scrooge: ¿ Y porque no habría de enojarme? Vivo en un mundo loco rodeado de tontos. ¡Feliz Navidad! ¿Qué es la navidad? Es solo una época para pagar cuentas con dinero que no tienes. Donde te ves a ti mismo un año mas viejo, y no un minuto mas rico. Una época para comprar regalos que no puedes pagar.

Fred: ! Pero tío !

Scrooge: !Sobrino!. Ve a celebrar la navidad a tu manera, y dejame a mi celebrar a mi manera.

Fred: Pero tío, yo se que hay cosas que yo no hice bien, algunas cosas de las que no tome ventaja, y una de esas cosas es la Navidad. La Navidad, es el único día en que la gente parece llevarse bien. Es un tiempo para perdonar, amar, y ser caritativos. Es un tiempo donde la gente abre sus corazones. Tal vez, tío, la Navidad no me ha dado una moneda de oro o de plata, pero me hace bien, por eso digo:  ¡ Bendita sea la Navidad!

Scrooge: !Ohh! !Ese es un discurso maravilloso! ¿Me pregunto por que no trabajas para el gobierno?

Fred: No te enojes tío, y ve a nuestra casa mañana. Mi esposa y yo estamos preparando una cena deliciosa, tu seras nuestro invitado especial.

Scrooge: Gracias, pero ! no!

Fred: Pero … ¿por que, tío?

Scrooge: ¿Por que tuviste que casarte?

Fred: Porque me enamore.

Scrooge: ¿Porque te enamoraste? !Que tengas un buen día!

Fred: Pero, tío, tu nunca has venido a mi casa, y estas utilizando mi matrimonio como una excusa. Eso no es justo.

Scrooge: !Que tengas un buen día!

Fred: Yo no necesito nada de ti. Yo no te pido nada. ¿Por qué no podemos ser amigos?

Scrooge: !Que tengas un buen día!

Fred: Tío, siento que hayas tomado esa decisión, pero insisto en celebrar la Navidad, así que, !Feliz Navidad, tío!

Scrooge: Que tengas un buen día, un feliz año, y adiós.

Fred: Como quieras, tío. Y … Bob, que pases una Feliz Navidad.

Bob el empleado se despidió de Fred : Le deseo lo mismo, adiós.

Entonces el sobrino del Sr. Scrooge abandonó la oficina.

Scrooge: ¿Que te parece? Un empleado que gana el salario mínimo, con una esposa e hijos, hablando acerca de una Feliz Navidad, ¡tu debes estar loco!

Bob: Señor, he terminado de copiar todas las cartas y de archivar. También traje mas leña y barrí las cenizas. Y, bueno, es hora de cerrar, Sr, Scrooge.

Scrooge: Bien, si ya terminaste tu trabajo, puedes irte ahora.

Bob: Si, señor. Feliz Navidad, Sr. Scrooge.

Bob: ¿Sr. Scrooge? Mañana es Navidad, un día para pasarlo con la familia.

Scrooge: ¿Supongo que quiere el día libre?

Bob: Bueno, si, Sr. Scrooge, despues de todo, es Navidad.

Scrooge: ¿Navidad? Esta bien. Tomate libre el dia de mañana, pero el siguiente dia debes estar aqui
temprano.

Scrooge: Patrañas.

Scrooge abrio la puerta y Bob Crachit se fue a casa. Entonces Scrooge regreso a su escritorio para terminar sus cuentas. Después de unas cuantas horas, cerro sus libros de contabilidad y cerro la oficina. Cuando llego a su casa subio las escaleras y fue a su recamara. Se sento en una silla enseguida de la chimenea y empezo a cenar. Repentinamente escucho el sonido de unas viejas campanas, y un ruido fuerte que venia del exterior.

Scrooge: ¡Quien esta haciendo ese ruido! ¡Debi haberme quedado dormido!

Pero el extraño ruido continuó, hasta que vio que un espiritu pasaba a traves de la puerta.

Scrooge: ¡Creo que estoy soñando!

Espíritu de Marley: ¡No, esto no es un sueño!

Scrooge: ¡Yo te conozco! Tu eres Marley. ¿Que quieres de mi?

Espíritu de Marley: ¡Quiero mucho de ti! ¿Ves estas cadenas? Estoy encadenado a mis pecados.

Scrooge: ¿Que pecados? Tu trabajaste muy duro y fuiste un buen hombre de negocios.

Espíritu de Marley: ¿Hombre de negocios? ¡Me aproveché de la gente! Mientras estuve vivo, nunca aprendí el valor del amor y de la caridad. Ahora tengo que vagar por la tierra, incapaz de encontrar paz. ¡Escuchame, Scrooge! ¡Estoy aquí hoy para advertirte! Tu todavía tienes la oportunidad de cambiar, y si no lo haces, tendras la misma suerte que yo. Escuchame bien, Scrooge, te visitaran tres espiritus. El primero vendrà mañana a la una. El Segundo llegarà al siguiente dia a la misma hora. Y el tercero al dia siguiente cuando el reloj de la ultima campanada de la doce.

Entonces el espíritu abandonó el cuarto flotando a través de la ventana. Scrooge cerro la ventana y se fue a la cama temblando, y se durmió. Al siguiente día a la una, Scrooge vio una extraña criatura a un lado de su cama.

Scrooge: ¿ Tu quien eres?

Espíritu de la Navidad Pasada: Soy el Espíritu de la Navidad Pasada. Levantate y acompañame.

El espíritu llevó a Scrooge a través del tiempo hasta un pequeño pueblo. Scrooge empezó a recordarlo. Recordó las casas, la iglesia, el rió, el puente, y la gente.

Espíritu de la Navidad Pasada: Ellos no pueden vernos ni oírnos. Solo son sombras del pasado.

Scrooge: Mira, la escuela no esta vacía. Allí está un pequeño niño, solo, olvidado por sus amigos. Yo lo conozco, pobre niño.

Espíritu de la Navidad Pasada: Ahora vamos a ver otra navidad.

Entonces llegaron a una casa.

Scrooge: Esta casa me parece conocida. Oh, esta es mi casa, donde yo crecí.

Espíritu de la Navidad Pasada: Si lo es. ¿Y reconoces a ese niño sentado allí solo?

Scrooge: Ese soy yo, de niño. Pero…por qué estoy solo?

Espíritu de la Navidad Pasada: Tu debes saber la respuesta.

Scrooge: Porque mis padres estaban trabajando, por eso. Por eso yo siempre estaba solo. Por eso mis Navidades eran tan tristes y solitarias.

Espíritu de la Navidad Pasada: Ven, toma mi mano, no tenemos mucho tiempo.

Scrooge: ¡No, ya he visto suficiente, vete! !No me tortures!

Espíritu de la Navidad Pasada: No me culpes a mi, yo te dije que eran sombras de las cosas que fueron.

Scrooge: !Llevame de regreso!

Espiritu de la Navidad Pasada: Solo debemos hacer una ultima parada, nuestro tiempo se acaba.

Y aparecieron en un jardín. Scrooge era ahora un hombre joven, estaba sentado en un jardín enseguida de una hermosa dama. La mujer estaba llorando.

Mujer: No puedo casarme contigo, Ebenezer. Hay algo que tu amas mas que a mi.

Scrooge: Tonterías, yo no amo a ninguna otra mujer.

Mujer: Eso es cierto. Tu amas el dinero. Tu lo amas mas que a nada en el mundo.

Scrooge: No hay nada de malo en amar el dinero.

Mujer: Cuando nos comprometimos eramos pobres, y eramos felices siendo pobres. Espero que seas feliz con la vida que has escogido.

Y la mujer se alejó corriendo del jardín. El viejo y el espíritu la siguieron. Cuando se detuvieron, Scrooge pudo ver que era unos cuantos años mas viejo. Había niños riendo y jugando con la mujer. Una niña pequeña la abrazó y la besó.

Niña Pequeña: Ayudame a abrocharme mi sombrero, mamá.

Scrooge: ¿Son sus hijos?

Espíritu de la Navidad Pasada: Si, pero pudieron haber sido tus hijos.

Entonces la puerta se abrió, y entró un hombre llevando regalos.

Niños: ¡Papa!

Los niños corrieron y lo abrazaron. El hombre sonrió y les dio los regalos. Después el abrazó y besó a su esposa.

Scrooge: ¡Detente! ¡Llevame a casa!

Y Scrooge apareció en su recámara.

Scrooge: Gracias a Dios que todo fue un sueño.

Entonces sonó la campanada del reloj.

Espíritu de la Navidad Presente: No, Ebenezer. No fue un sueño.

Scrooge: Supongo que eres el Espíritu de la Navidad Presente.

Espíritu de la Navidad Presente: Si, lo soy. Yo soy el Espíritu de la Navidad Presente. Tengo mucho que mostrarte. Toma mi vestido. !Apresurate! No podemos llegar tarde.

Cuando Scrooge tocó el vestido del espíritu, la recámara desapareció, y Scrooge se encontró en una calle muy traficada. Estaba nevando y había mucha gente comprando los regalos de ultimo minuto. Las tiendas permanecían abiertas, la gente cocinaba, y las campanas de la iglesia sonaban. Todos asistían a la iglesia utilizando sus mejores vestimentas. Todos estaban felices.

Scrooge: Todos parecen tan felices.

Espíritu de la Navidad Presente: Lo están. Es navidad. ¿Que esperabas?

Scrooge: ¿Quieres decir que están felices solo porque es 25 de Diciembre?

Espíritu de la Navidad Presente: Si. Esta día todos olvidan sus problemas, y solo disfrutan estar con sus familias. Ellos solo disfrutan la comida en sus mesas, y todas las bendiciones que reciben.

Entonces el Espíritu llevó a Scrooge a la casa de Bob Crachit. Y estando allí parados frente a la puerta, el Espíritu bendijo la casa. Después Scrooge vio a Bob Crachit jugando con sus hijos. Eran tres niños y dos niñas.

Scrooge: ¿Aquí viven?

Espíritu de la Navidad Presente: Claro, con su salario, esto es todo lo que él puede pagar.

Entonces la Sra. Crachit entro al comedor llevando un pequeño pavo en una charola.

Scrooge: ¡Parecen tan pobres! Sus ropas son tan viejas.

Espíritu de la Navidad Presente: Amor es lo que puedes sentir aquí.

Bob Crachit levanto al niño mas pequeño de una silla que estaba en una esquina, y lo llevó hasta la mesa. El niño estaba delgado y pálido y llevaba una muleta.

Scrooge: ¿Qué le sucede? ¿Por qué no camina?

Espíritu de la Navidad Presente: El esta muy enfermo. Su nombre es Tiny Tim, y sus padres no tienen dinero para pagar un doctor, así que tal vez muera.

Scrooge: ¿Muera? Pero debe haber algo que pueda hacerse. Por favor, dime que no morirá.

Espíritu de la Navidad Presente: Veo una silla vacía en aquella esquina. Si el futuro no cambia, el con seguridad morirá.

Scrooge: ¡No! ¡No!

Espíritu de la Navidad Presente: De todas maneras, ¿Qué te importa? Eso hará que disminuya la población mundial.

En ese momento Scrooge se dio cuenta de que esas eran sus palabras, y sintió lastima por si mismo. Entonces escuchó su nombre.

Bob Crachit: ¡Mr. Scrooge! Gracias a Mr. Scrooge es que tenemos esta cena. Desearía poder verlo para agradecersele personalmente. ¡Querida…niños… !Es Navidad!

Sra. Crachit: Lo se, querido. Espero que el tenga una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo.!

Bob Crachit: Vamos a brindar por nuestra Navidad y por el Sr, Scrooge. Feliz Navidad, y que Dios nos Bendiga a todos.

Mientras tanto se hacia tarde. El Espíritu llevo a Scrooge hacia diferentes lugares para que pudiera ver como la gente celebraba la Navidad. La gente, aunque pobre, como decía Scrooge,eran felices y disfrutaban estar en familia y con amigos. Repentinamente aparecieron en un cuarto.

Scrooge: Reconozco esa voz. Es mi sobrino. Esta en una fiesta.

Fred: Ha,ha, ha, ha, ha.. el dijo que la Navidad era solo una mentira.

Esposa de Fred : Debería sentirse avergonzado.

Fred: Es muy divertido, pero no es una persona agradable.

Esposa de Fred: Tu me dijiste que el era muy rico.

Fred: ¿ Y que, querida? No le sirve de nada su riqueza. No hace nada con su dinero.

Invitado: El no vino a cenar con nosotros porque esta muy ocupado contando su dinero. Ha, ha, ha, ha

Fred: El prefirió enojarse con nosotros que divertirse con nosotros.

Scrooge: No me quieren.

Espíritu de la Navidad Presente: No, al menos que el futuro cambie.

Scrooge: ¿Como puede cambiar el futuro?

El cuarto desapareció y continuaron su viaje. Visitaron muchos países, viajaron a través de tierras lejanas. Visitaron a los enfermos que se sentían felices, a la gente pobre que se sentía rica, los refugios donde la gente sentía esperanza. Fue una noche muy larga. Y todo sucedió en tan solo una noche. Entonces, el Espíritu de la Navidad Presente desapareció.

Scrooge: Oh, nuevamente me encuentro en mi cama.

Pero al levantarse, otro espíritu flotaba en su cuarto. Estaba vestido de negro y tenia una capucha obscura que cubría su cara.

Scrooge: ¿Quien eres? Primero me visito el Espíritu de la Navidad Pasada, después el Espíritu de la Navidad Presente… y tu debes ser el Espíritu de la Navidad Futura. ¿Estas aquí para mostrarme el futuro y como puedo cambiarlo?

El Espíritu no respondió, solo se dirigió hacia la puerta. Scrooge lo siguió fuera de su oficina y hacia la calle. Tres hombres estaban parados en frente, hablando y moviendo la cabeza.

Scrooge: Yo los conozco, hago negocios con ellos. Son mis amigos. Yo les soy agradable, aun y cuando no le soy agradable a mi sobrino. Pero, ¿Qué están diciendo de mi?

Hombre 1: Pobre del viejo de Scrooge

Hombre 2: Lo se, cuanto lo siento por el.

Hombre 1: Me dijeron que esta muy enfermo.

Hombre 2: ¿Quien lo cuida?

Hombre 1: Nadie. Ya sabes que a el le gustaba estar siempre solo.

Hombre 2: Además, ni tiene amigos.

El Espíritu empezó a avanzar y Scrooge lo siguió. Posteriormente llegaron a una pequeña casa.

Scrooge: Ya hemos estado aquí antes. Esta es la casa de Crachit.

El Espíritu condujo a Scrooge hacia la recámara. Allí se encontraba el Sr. Bob Crachit sentado a un lado de la cama de su hijo. El niño estaba muy enfermo.

Scrooge: ¿Por que esta llorando? La ultima vez que estuve aquí el estaba feliz.

El niño se encontraba dormido, pero estaba mas delgado y bastante pálido. La Sra. Crachit entro a a la recámara.

Sra. Crachit: Cariño, ¿que vamos a hacer? ¿Le pediste ayuda al Sr. Scrooge?

Bob Crachit: Si, pero no puede ayudarnos. Pero su sobrino nos ayudara.

Sra. Crachit: Espero que no sea demasiado tarde. ¿Qué haremos sin nuestro hijo?

Scrooge: ¿ Por que ? Dime que le sucede al pequeño. ¿Acaso, va a morir?¿Que puedo hacer para ayudarlo? Por favor, ¡Contestame!

El Espíritu no respondió. Después todo se torno oscuro, y Scrooge apareció en un lugar frió y neblinoso.

Scrooge: ¿Donde estamos? !Esto es un cementerio! ¿Por que me trajiste a este lugar?

El Espíritu le mostró a Scrooge una tumba.

Scrooge: Antes de que me acerque a esa tumba, dime algo… ¿es la imagen de lo que sera? ¿O solamente la imagen de lo que puede ser?

El Espíritu no respondió. Entonces Scrooge se acerco a observar la tumba. Y allí grabado, estaba el nombre: Ebenezer Scrooge. Entonces Scrooge cayó de rodillas.

Scrooge: No! No! Espíritu, escuchame! He cambiado! Por que me muestras todo esto si ya he perdido toda esperanza. Por favor, dime que puedo cambiar todo lo que me has mostrado. Honrare la Navidad en mi corazón. Viviré en el pasado, en el presente, y en el futuro. No olvidare las lecciones que todos los espìritus me han enseñado. Oh, por favor, dime que puedo borrar mi nombre de esa tumba.

Dentro de su angustia, tomo la mano del Espíritu, pero este la rechazó, y Scrooge despertó en su cama.

Scrooge: Oh, gracias! Me han dado otra oportunidad. No se que día es hoy, o cuanto tiempo he estado con los Espíritus. Me siento como un niño, pero no me importa. Quiero se de nuevo un niño!.

Después escucho que sonaban las campanas de la iglesia. Vio a un niño en la calle y gritó.

Scrooge: !Oh, que maravilloso! ¡Oye tu! ¡Tu niño! ¿Que día es hoy?

Niño 1: Es Navidad, señor.

Scrooge: !Muy bien! No me he perdido la Navidad.

Entonces sacó una bolsa de dinero, y le dio algunas monedas al niño.

Scrooge: Hay un gran pavo en la carnicería que esta al final de la calle, compralo y llevalo a la casa del señor Bob Crachit.

Niño 1: Pero, señor, esto es mucho dinero.

Scrooge: Quedate con el cambio. Apresurate, los Crachits ya tienen hambre.

Niño 1: Si, señor.!

Scrooge: Oh! Niño, espera!

Niño 1: Digame señor?

Scrooge: ¡Que tengas una muy feliz navidad!

Niño 1: Gracias señor. Que usted también tenga una feliz navidad.

Scrooge ahora vestido con su mejor ropa, se dirigió hacia la casa de su sobrino. Se sentía bastante feliz y emocionado. Saludaba a todos en la calle y los trataba con amabilidad.

Scrooge: Niño, toma este dinero y ve a comprarte dulces de Navidad.

Niño 2: Gracias, señor.

Scrooge: Feliz Navidad!

Cuando Scrooge llego a la casa de su sobrino, este se sorprendió al verlo.

Fred: ¡ Tío estoy feliz de verte ! Me alegra que hayas cambiado de opinión acerca de la cena de Navidad. Ven y celebra con nosotros.

Scrooge: Si, gracias por aceptarme.

La esposa de Fred, colocó un plato extra en la mesa.

Esposa de Fred: Estamos felices de tenerlo aquí. Usted ha llegado justo a tiempo para el pavo.

Después de la cena, Scrooge dijo unas cuantas palabras.

Scrooge: Gracias. Nunca había comido una cena tan deliciosa. Pero ahora tengo que irme, tengo otras cosas que hacer, y gente que visitar.

Y Scrooge se dirigió a la casa de Bob Crachit. La Sra. Crachit abrió la puerta. Ella no podía creer cuando vio al Sr. Scrooge parado frente a ella.

Bob Crachit: !Oh, Mr. Scrooge! !Que sorpresa! … Quiero agradecerle por el pavo que nos envió.

Scrooge: Fue un placer para mi.

Bob: Mr. Scrooge, por favor entre.

Scrooge: Crachit, has trabajado largas horas por muchos años sin quejarte. Te subo el salario, y también te ayudare a sostener a tu familia.

Bob: Oh gracias, Sr.Scrooge. Usted es tan generoso.

Scrooge: !Feliz Navidad!

Scrooge hizo mas de lo que dijo que haría. Cuido a Tiny Tim como si fuera su segundo padre. Algunas personas se reían al ver como había cambiado, pero a el no le importaba. Scrooge nunca volvió a ver a los Espíritus, pero el tenía muchos amigos y estaba muy cerca de su familia. Cada vez que el comía con sus amigos y con su familia, el decía:

Scrooge: Que Dios nos bendiga. Que Dios bendiga a cada uno de nosotros.

jueves, 9 de diciembre de 2010

"LA ROSA DE NAVIDAD"

Una pastorcilla ayudaba a cuidar el rebaño de su familia, en unos campos cercanos a Belén. Buscaba una pequeña oveja que se había extraviado y subió por una ladera. Al mirar hacia abajo, advirtió mucho movimiento entre los otros pastores y vio como se apresuraban en dirección al pueblo.
Temiendo alguna desgracia, la niña bajó corriendo a preguntar que pasaba y a dónde iban con tanta prisa. Un pastor que la conocía le contestó:

--Vamos a ver al niño que ha nacido en un establo en Belén. Ya estuve allí esta noche pasada y pude ver que es realmente el hijo de Dios. Ahora voy a llevar a su madre una taza de miel.

Y la niña vio que todos los pastores que iban hacia el establo llevaban algún pequeño obsequio en sus manos; quién un un poco de queso, quién un trozo de pan, quién un jarro de leche.

¡Y ella no tenía nada...! Quería ir a ver el milagro, quería ver al niño, pero no quería ir con las manos vacías. Su padre ya había recogido toda la leche, ella se había comido todo el queso y el pan que le dejaron para el almuerzo... No, no tenía nada que llevarle y le daba mucha pena y mucha verguenza no poder hacerle una pequeña ofrenda.
Y se sintió tan acongojada que no pudo evitar que la lágrimas corrieran por sus mejillas.

Y entonces una luz muy brillante apareció ante ella y oyó una voz dulce y serena que le decía:
--Ven conmigo.

Y la luz se acercó a una gran roca y allí, junto a la piedra, surgiendo de la nieve, había una preciosa planta cubierta de flores blancas.

La niña gritó de alegría; Ya tenía un regalo que llevar al establo!.

Recogió las flores tan de prisa como pudo y con ellas en la mano corrió hacia el portal y con una gran sonrisa, se las entregó a María.
Y el niño Jesús también le sonrió a ella desde su cuna de paja.

"REGALO DE NAVIDAD"

Erase una vez, hace mucho tiempo, una isla en la que había un pueblecito. En ese pueblecito vivía una familia muy pobre. Cuando estaba próxima la Navidad, ellos no sabían como celebrarla sin dinero; entonces el padre de la familia empezó a preguntarse cómo podía ganar dinero para pasar la noche de Navidad compartiendo un pavo al horno con su familia.
Decidió que ganaría algo de dinero vendiendo árboles de Navidad. Así, al día siguiente se levantó muy temprano y se fue a la montaña a cortar algunos pinos. Subió a la montaña, cortó cinco pinos y los cargó en su carroza para venderlos en el mercado.

Cuando sólo quedaban dos días para Navidad, todavía nadie le había comprado ninguno de los pinos. Finalmente, decidió que puesta que nadie le iba a comprar los abetos, se los regalaría a aquellas personas más pobres que su familia. La gente se mostró muy agradecida ante el regalo.

La noche de Navidad, cuando regresó a su casa, el hombre recibió una gran sorpresa. Encima de la mesa había un pavo y al lado un arbolito pequeño. Su esposa le explicó que alguien muy bondadoso había dejado eso en su puerta. Aquella noche el hombre supo que ese regalo tenía que haber sido concedido por la buena obra que él había hecho regalando los abetos que cortó en la montaña.

"EL ÁRBOL DE NAVIDAD"

Esta es la historia de un pueblito y su gente, o mejor dicho, es la historia de un arbolito de Navidad que dio mucho que hablar. En el pueblo de Santos Cielos, todos los años y desde hace mucho tiempo, cada ocho de diciembre se armaba un gran árbol de Navidad en la plaza principal. Todos colaboraban en su decoración. Cada persona del pueblo, rico, pobre, gordo, flaco, viejo o joven, colocaba su adornito, ofrenda o cartita, para que el árbol cada año luciera más lindo que el anterior. Era una especie de fiesta para todos, en la que la mayoría trataba de darle al arbolito lo mejor que tenía. Por supuesto nunca falta alguna persona que no estaba de acuerdo con algo: podía ser el color de la cinta, el tipo de moño, el tamaño de la cartita. Lógicamente, cada uno de los habitantes del pueblo armaba el arbolito en forma muy parecida a cómo vivía su vida. Los más sencillos, colocaban adornos simples, pero no por eso menos bellos. A los que les gustaba presumir, colocaban los adornos más grandes y que más llamaran la atención de todos. Las personas más serias, ponían moños de color bordó lisos o tal vez verde oscuro, los más alegres, moños y cintitas de todos los colores. El alcalde del pueblo era un señor muy bueno, al que todos llamaban Bonachón. Ese era su verdadero apellido, pero como realmente era muy bueno el nombre le venía como anillo al dedo. Don Bonachón supervisaba el armado del árbol que duraba varios días. La costumbre era empezarlo el día 8 y terminarlo el 24 de diciembre. El alcalde se encargaba de revisar uno por uno los adornos que la gente llevaba para que todo estuviera en orden. Así era que evitaba más de un problema.
– ¿Qué se supone que traes ahí Clarita? Preguntó asombrado Don Bonachón al ver a la niña con un helado de frutilla y pistacho, yendo directo al arbolito.

– Es para nuestro árbol pues le combinan los colores, los sabores no me gustan pero lo pedí así para que quede más lindo, nada más ¿buena idea verdad?.

El alcalde no sabía cómo decirle a la niñita que un helado no era realmente el mejor de los adornos, no quería desilusionarla, pero por otro lado, tampoco podía dejar que el helado se derritiera sobre una rama.

– ¿A que adivino preciosa? Este rico helado lo has traído para mi ¿verdad? Hace mucho calor aquí, debo pasar horas cuidando nuestro árbol. Ya sabía yo que alguien pensaría en este pobre alcalde y me traería algo fresco y además con los colores de Navidad ¡Gracias, muchas gracias!.

Clarita se fue sin querer discutir con Don Bonachón y lo saludó con una sonrisa, mientras pensaba qué otra cosa conseguir para el arbolito. Luego llegó Pedrito un niño muy humilde. Se paró frente al árbol, elevó su mano hacia una de las ramas e hizo como si dejara algo en una de ellas. La verdad es que no había puesto nada, pero se fue muy contento. Don Bonachón presenció la escena muy intrigado, pero no dijo nada. Al rato llegó una señora muy adinerada en su lujoso auto. De allí bajaron una gran lámpara con cientos de luces pequeñas y cristales que colgaban.

– Vengo a darle un toque de lujo a este árbol, con estas luces en la punta lucirá como el mejor de todos y esto, gracias a mi generosidad. Dijo la señora adinerada.

Mucho le costó al alcalde hacerle entender a la señora que no podían colgar semejante lámpara del árbol, sin que éste se cayera. Luego de una discusión nada sencilla, la señora se retiró muy ofendida con su lámpara y pensando en que la Navidad no tendría ningún toque de distinción. La gente seguía trayendo adornos, moños y cosas para el árbol que poco a poco se iba llenando. La Navidad se acercaba y Pedrito iba todos los días y también todos los días hacía lo mismo. Paradito frente al árbol abría su manito pequeña, hacía como que dejaba algo en una ramita y con una inmensa sonrisa se iba. No faltó quién empezó a preguntar, no de muy buen modo por cierto, por qué Pedrito no dejaba nada. Realmente nadie entendía bien qué pasaba con él.

– ¿Nos está tomando el pelo? Decía un señor pelado muy enojado.

– ¡De esta manera no vamos a terminar ni para Reyes! Se quejó Don Apurado mirando una y otra vez el reloj.

– ¡Así cualquiera deja algo, qué vivo! Mientras nosotros nos esforzamos por poner los mejores adornos, viene este niño, tan mal vestido dicho sea de paso, y no deja nada. No es Justo. Gritaba la señora adinerada.

– Cada uno da lo que puede, Pedrito sabrá lo que hace. Dijo Don Bonachón tratando de calmar los ánimos.

Se acercaba el último día y todos se apuraban por terminar de llevar sus adornos. Clarita intentó un par de veces más llevar un postre helado y hasta gelatina de frutillas, pero Don Bonachón supo solucionar la situación. Ese último día y como todos los anteriores, Pedrito llegó hasta el árbol e hizo lo mismo de siempre. Esta vez no se fue. Se quedó esperando a todos los demás, con la misma sonrisa de siempre. El pueblo entero se convocó a los pies del árbol gigante que había quedado precioso. Todos los vecinos del lugar comenzaron a contar qué le habían dado al arbolito y por qué. Las más coquetas contaron que lo habían adornado con moños porque estaba a la moda. Los más golosos dijeron que le habían colgado chupetines para comerlos luego. Los descreídos confesaron que no le había puesto nada. Los desganados que le habían puesto lo primero que habían encontrado. La señora adinerada contó que le había puesto lo más caro que pudo comprar con todo el dinero que tenía. Don Bonachón escuchó a todos y cada uno de los vecinos. El único que no había abierto la boca era Pedrito.

– ¿Y tú Pedrito, que le ofreciste al árbol?

De repente se armó un lío bárbaro, casi todos empezaron a hablar al mismo tiempo, nadie se escuchaba, todos querían dejar bien claro que el niño nada le había ofrecido al arbolito y que por ende, nada tenía que ver en lo hermoso que había quedado. Nadie le dio tiempo a contestar. Pedrito escuchaba pero no decía nada. Miraba al gran árbol y la gran sonrisa seguía firme en su carita. Cuando Don Bonachón consideró que se había hablado lo suficiente, hizo callar a todos y tomó la palabra nuevamente.

– Ahora sí Pedrito, dinos que le diste cada día al árbol por favor. Todos se miraban como si el alcalde hubiera enloquecido pues sabían que el niño nada había ofrecido. Pedrito se paró y dijo:

– Cada día, desde que empezamos hasta hoy, le he dado al arbolito lo mejor que tengo, un día le ofrecí mis sueños, otro el amor que siento por mi familia, otro las ganas de hacer cosas, otro día mis deseos de ser mejor y así le fui dando todo lo que tengo en mi corazón.

– ¡Qué ridículo! Dijeron los descreídos, los desganados y los presuntuosos.

Don Bonachón, emocionado por un lado y un poco triste por la reacción de su gente, les habló así.

– Está visto que mi pueblo no entiende de qué se trata la Navidad y este hermoso árbol con el cual elegimos representarla cada año. La Navidad, aunque muchos confundan las cosas, no se trata de adornos y regalos, sino de ofrecer a los que amamos lo mejor de nosotros, de acercarnos a la familia y a los seres queridos, de compartir con todos lo que se tiene, poco o mucho no importa.

– ¿Y entonces me quiere decir porque hace años que venimos adornando este árbol si no se trata de adornos la cosa? Gritó un señor muy enojado.

– La Navidad tiene símbolos, cosas que la representan, lindas, hermosas, pero que no son lo fundamental. La excusa del árbol era para hacer algo entre todos y unirnos en Navidad y para que cada uno de uds. pusiera lo mejor de sí, ni más, ni menos. El único que realmente interpretó el mensaje fue Pedrito.

Luego de ese 24 de diciembre, las Navidades no volvieron a ser las mismas en Santos Cielos. Hay que decir que los arbolitos de los años que siguieron, no tenían tantos adornos como los anteriores, pero cada vez había más personas que depositan en aquel hermoso símbolo lo más preciado de sus vidas. Eso sí, algo no cambiaria jamás, la sonrisa de Pedrito y no sólo en Navidad.

"EL PEQUEÑO ÁRBOL DE NAVIDAD"

En un frió bosque, entre las verdes montañas y gigantes pinos, nacía en medio de ellos un muy pequeño arbolito de pino, conforme pasaba el tiempo se esforzaba por crecer tan rápido como sus hermanos, pero mientras sus hermanos crecían hasta hacerse inmensos árboles, al pequeño lo único que le crecían eran las ramas, y sin que ello fuera lo suficientemente humillante, creía serle un estorbo a los leñadores los cuales por lastima no lo arrancaban, además pocos animales se prestaban para habitar en el, y durante las noches apenas y alcanzaba a percibir la luz de la luna que tanto soñaba con algún día ver.
Poco a poco, fue perdiendo la confianza en sí mismo, su sueño de conocer la luna y sentir en su copa el hermoso trinar de los pajarillos que de lejos percibía. Fue así como se apego a la idea de dejarse morir, mas pronto llegaría el invierno y en esas condiciones no sobreviviría.

Un día, un anciano leñador venia acompañado de su único pequeño hijo, que con apenas 5 años, ya había sufrido la pena de una extraña enfermedad que lo había lisiado de un pie, aun que con mucha dificultad trataba de ir al mismo paso de su padre, su tosca muleta no le era de mucha ayuda en tan empinado terreno, además de enredársele frecuentemente el pie con las malas hierbas y piedras del camino, las cuales su padre le ayudaba a quitar y sin importarle mucho que tuviera que devolverse lo ya avanzado en el camino, pues amaba mucho a su hijo, tanto, que aun sin el consentimiento de su esposa, y a pesar de su invalides, se le ocurrió traerle al bosque que tanto le veía admirar desde la ventana de su casa. Así fue como pasaron junto al pequeño arbolito, donde el ya cansado niño se aferró a sus ramas, y le pidió a su padre que descasasen un poco, a lo que su padre accedió, además de parecerle un buen lugar para comenzar su tarea como leñador. El pequeño se recostó al arbolito para descansar, y con mucha curiosidad empezó a notar que ese era el único pequeño arbolito de todo aquel rededor, entonces le pregunto a su padre porque si todos aquellos eran tan grandes, este era el único pequeñito, mas su padre de una forma muy sencilla y sincera, le contesta, que ya hace muchos años que aquel pequeñín también sufrió de una extraña enfermedad que no le permitió crecer, pero que ha sido lo suficientemente fuerte hasta ahora, para sobrevivir, tanto que nosotros los leñadores le admiramos por ello.

Le pareció tan fantástica la corta historia, que por respeto a el, se levanto como pudo y lo abrazo, al mismo tiempo que le sonreía y le profetizaba que serian amigos por siempre. El pequeño arbolito, también escucho la historia, y sintió a través de sus hojas la sinceridad con que el niño le abrazaba y le protegía, con lo cual emprendió una creencia en si mismo de aquella historia, además tenia un nuevo amigo, que lo comprendía y amaba.

Así pasaban los días, y el leñador junto a su pequeño hijo, venían regularmente al bosque, uno a buscar leña y el otro a visitar a su silencioso y robusto amigo, que cada vez venían con mas frecuencia, debido a que se acercaba el invierno y necesitarían mucha madera, al mismo tiempo que notaba el viejo leñador, que estas caminatas empezaban a reforzar la fuerza interior de ambos, esos sentimientos guardados entre padre e hijo, favorecidos por aquel pequeño arbolito, con el cual su hijo había entablado tan grande amistad.

Por fin llegaba el invierno, y con él, la nieve y el intenso frió, por lo cual el leñador y su hijo dejaron de frecuentar el bosque, lo cual extraño mucho al arbolito que esperaba con ansias volver a ver a su pequeño amigo, sin embargo los días pasaban y el invierno se recrudecía, mas sus fuerzas de vida, estaban muy bien aferradas a sus nuevos ideales, sueños y amigos.

Se acercaba la navidad, y con ella la necesidad de un árbol de navidad, así que los habitantes del pueblo, iniciaron una reunión para escoger a los leñadores que este año traerían el tan solicitado árbol, fueron invitados todos los leñadores que algunos incluso asistieron con sus hijos, después de unas horas ya sé había escogido el lugar donde seria colocado, pero aun no se llegaba a un acuerdo de cual árbol convenía cortar, y en medio de tal desacuerdo, un pequeño de tan solo 5 años, con una muleta entre sus brazos, proponía a gritos la mejor y mas sincera de las ideas, -!Por que no desenterramos al pequeño arbolito y lo traemos aquí, al centro del pueblo, donde hace mucho tiempo el se merecía estar¡-.

En medio de aquella reunión parecía haber un eterno silencio, donde los mayores parecían meditar la idea, cuando de nuevo son interrumpidos por aquel pequeñín, que apoyado por su padre, les menciona que él al igual que el pequeño arbolito, han pasado por muchas dificultades en el transcurso de su existencia, que han sido rechazados por ser diferentes, que se les ha olvidado que ellos también sienten y merecen vivir.

Esto conmociona al resto de los leñadores, que en viva voz gritan, mientras cargan al pequeño niño entre sus hombros, “!Hagámosle un milagro al pequeño olvidado¡”, y así armados de picos y palas, se dirigieron a la búsqueda del arbolito de navidad.

Pasaron pocas horas, cuando ya se les veía regresar a los siete hombres y al niño de muletas, cargando en hombros al pequeño árbol, el cual fue colocado cuidadosamente en medio del pueblo, y se le atendía como a todo un rey, con agua fresca del pozo y tierra recién abonada.

Mientras el pequeño arbolito, se le pasaba el susto de haber sido trasladado a un lugar para el desconocido, su pequeño amigo, le consolaba y cuidaba para que se sintiera a gusto en medio de aquel terreno que seria su nuevo hogar.

Fue entonces, cuando por fin llego el día de la navidad, y todo el pueblo colaboro con adornos, guirnaldas y flores, con los cuales embellecer el arbolito de navidad, fueron colocados también los regalos, ya casi llegada la noche, todos celebraban y cantaban al rededor del arbolito, expresando sus más lindos sentimientos de amor y paz. Así, uno a uno, de los habitantes del pueblo le mostraban al arbolito que tanto gusto tenían de que los acompañara en tan hermosa fecha, mientras se despedían para irse a sus casas a esperara la llegada de la navidad, los últimos en despedirse fueron el viejo leñador y su pequeño hijo, que no dudo en abrazar a su navideño amigo.

Esto le fue tan atrayente, al pequeño arbolito, que le rogó a su creador, que si en verdad existían los milagros le permitiera uno solito, con el cual recompensar todo esa confianza y cariño que todos los habitantes de aquel pueblo le habían regalado.

Fue así como a la mañana siguiente, los primeros al levantarse para recoger sus regalos quedaron inmensamente asombrados con lo que había sucedido con el pequeño árbol, tanto que con sus gritos de asombro levantaron a todo el pueblo, que terminaron reuniéndose alrededor del que fuera hasta ayer un pequeño arbolito.

Rápidamente, fueron a buscar al pequeño de 5 años, para que el mismo explicara lo que podría haber pasado, mas este al ver lo sucedido, corrió a abrazar el inmenso tronco de un árbol 8 veces más grande de lo que ayer había sido, y en el cual aun colgaba de su copa todos los adornos, flores y guirnaldas, que le habían colocado, pero no parecía haber sido el único milagro, pues el pequeño hijo del viejo leñador, había corrido hacia su amigo olvidándose de sus muletas, que había abandonado a un lado al observar a su gigante amigo.

Aunque, nadie se explicaba lo sucedido, cuando el viejo leñador toma la palabra y empieza a mencionar que esta navidad había traído regalos del cielo, gracias a los buenos sentimientos, ganas, motivación, amor y respeto que todos habíamos sembrado en el corazón del creador.

Desde entonces, mucho se ha contado de las cosas maravillosas que pasan en un lejano pueblo de leñadores, donde en medio de este, existe un gigante árbol de pino que guarda con recelo entre sus viejos anillos, las más milenarias y sorprendentes historias jamás contadas, que demostrarían a los incrédulos como los verdaderos sentimientos hacen milagros.

martes, 7 de diciembre de 2010

"UN RENO MAREADO"

Varios son los renos que tiran del trineo de Papá Noel. El más famoso sin dudas, es Rodolfo, el que tiene la nariz colorada. Hoy contaremos la historia de otro de los renos quien, sin llegar a tener roja su nariz, se hizo muy conocido una Navidad. Horacio, así se llamaba, era un reno muy curioso y movedizo que jamás se podía quedar quieto. Era famoso en el Polo Norte por ir de aquí para allá mirando todo y poniendo sus patas donde podía y donde no también. Era la época de Navidad y todos en el taller trabajaban sin parar para llegar a tiempo con todos los regalos. No sólo trabajan los duendes, sino que también lo hacían todos los renos entrenando todo el día para estar en forma y poder volar por el mundo entero sin problemas. Horacio era el fiel compañero de Rodolfo, juntos eran los dos primeros renos del trineo y quienes dirigían a los que iban detrás, siguiendo las indicaciones de Papá Noel. Jamás había habido problema alguno durante el viaje más maravilloso y mágico del año.

Sin embargo, esa Navidad, las cosas no serían igual. En el Polo Norte, crecían unas flores de un aroma muy rico, pero que si uno se acercaba mucho para olerlas, terminaba muy mareado. Su perfume era realmente embriagador, por eso Papá Noel, si bien las cuidaba como a todas las flores, les había puesto un cerquito con un cartel que decía “No Oler”. Si pensamos que Horacio en todo metía su hocico y encima no sabía leer, podemos imaginar qué pasó.

Justo el día antes de Navidad, se detuvo frente a las flores y olió cuanto pudo y pudo mucho pues su narizota era realmente grande. Al principio, el efecto del perfume no se sintió, pero a las pocas horas, justo cuando el trineo debía levantar vuelo, Horacio empezó a sentir cosas extrañas en su cuerpo. No habían ni siquiera repartido los primeros regalos cuando Horacio empezó a sentirse tan, pero tan mareado que el mundo entero le daba vueltas a su alrededor. Ya no sabía para dónde iba, no importa para qué lado Papá Noel tirara de las riendas, parecía que el reno había enloquecido y se movía de un lado para el otro. Rodolfo y los demás renos trataron de sujetarlo, pero el pobre Horacio, víctima del perfume de las flores, era un trompo sin fin. Tanto se movía que, intentando subir una montaña, el trineo no pudo hacer la maniobra acostumbrada y volcó.Todos los regalos quedaron desparramados por el suelo. Papá Noel fue a parar a la ladera de otra montaña, los demás renos quedaron patas para arriba y Rodolfo ya no tenía roja su nariz, sino blanca del susto.

Tan rápido como pudieron, juntaron todos los regalos y siguieron camino.

– ¿Estás bien? Preguntó Rodolfo a Horacio.

– La verdad que no, me siento algo borrachín para ser sincero. Contestó Horacio tratando de fijar la vista que se le iba de un lado para el otro.

– ¿Tomaste alcohol? Sabés que no debemos.

– ¡Qué alcohol ni alcohol amigo! Estuve oliendo las flores del cerquito.

– ¡Qué reno desobediente habías resultado! ¡Sabías que no se puede! Ahora mira lo que pasa, estás mareado.

– No te preocupes Rodolfo, trataré de recomponerme.

No terminó de decir esta frase que, producto de la desorientación que tenía, no vio que el trineo venía en bajada. Nada importaron los gritos de Papá Noel que ya se veía dentro del lago y todo empapado, el trineo fue a parar casi casi en el medio del agua. Afortunadamente y gracias a los excelentes reflejos de Rodolfo, los regalos no se mojaron. Dio un giro tan rápido que logró volver a poner el trineo en su lugar y excepto por la barba de Papá Noel que chorreaba mucho, el episodio no pasó a mayores. Antes de que el efecto mareador del perfume de las flores se esfumara, se atascaron en unas rocas. Si bien, gracias a que todos colaboraron, pudieron salir sin problemas, la entrega de los regalos estaba realmente atrasada. La noche pasaba y los niños debían recibir sus regalos ¿llegarían a tiempo?.

Una vez recompuesto del mareo, Horacio, sintiéndose muy culpable por el atraso, tomó una decisión. Dividirían el trabajo de entrega con Papá Noel. Rodolfo se sumó a la idea, unos irían a unas casas y otros a otras. Los renos jamás habían salido del trineo y menos para repartir regalos, pero era el momento justo para hacer algo que jamás habían hecho. Los niños no podían quedarse sin obsequios. Cuando el trabajo se hace en equipo y con un objetivo en común, todo sale bien. No fue fácil realmente ni para Rodolfo, ni para Horacio, entrar en las casas sin romper algún adorno o cortina, pero si bien algún que otro destrozo hicieron, lograron su cometido. Horacio quería reparar la demora que habían tenido por su culpa, Rodolfo quería ayudar a su amigo, Papá Noel quería hacer su trabajo y por sobre todas las cosas, los tres deseaban cumplir el sueño de todos los niños. El objetivo se cumplió, todos y cada unos de los regalos fueron entregados, ningún niño quedó sin el suyo. Lo cierto es que algunos niños que habían espiado esperando conocer a Papá Noel, se encontraron que en vez de barba tenía cuernos, que tenía cuatro patas y no dos piernas, que no usaba gorro, en fin. Hay que decir que terminaron un poco confundidos, pero no mucho pues pensaron que el desconcierto se debía al sueño que tenían por lo tarde que era y no a otra cosa. Eso sí, en el Polo Norte ya no hay un cartel en las flores que diga:
“NO OLER”, lo reemplazaron por otro que dice:

“SE RECOMIENDA A HORACIO NO ACERCARSE A MENOS DE DIEZ METROS”.

Horacio aprendió a ser más prudente. No obstante ello, las siguientes navidades ayudó igual a Papá Noel a repartir los regalos, pues aprendió el valor del trabajo en equipo y vivió en carne propia la inmensa alegría de hacer felices a los niños.

"EL CASCANUECES Y EL REY DE LOS RATONES".

El granjero Stahlbaum y su señora dan una fiesta de Navidad. Clara y su hermano, hijos de Stahlbaum, saludan a los invitados.

Clara espera impaciente al mago Drosselmeyer, su tío favorito, un fabricante de juguetes que siempre llega con alguna novedad.

El mago llega con un misterioso y amable sobrino, Fritz, y una gran caja de sorpresas de la que van saliendo sucesivamente un soldado bailarín, una muñeca que también danza y un oso polar con su cría. Clara quiere quedarse con la muñeca , pero su madre le explica que es imposible. La niña comienza a llorar y Drosselmeyer la sorprende con un regalo especial: un gran cascanueces de madera. Su hermano recibe un Rey de los Ratones. Los niños atacan a las niñas y el hermano de Clara rompe el Cascanueces.

Fritz la defiende, recoge el muñeco estropeado, lo entrega a Drosselmeyer, quien lo repara con una venda y lo deja casi perfecto.

La fiesta termina, los invitados se van y Clara quiere llevar su nuevo juguete a su habitación, pero su madre le pide dejarlo junto al árbol de Pascua.

Antes de la medianoche, la niña baja para acompañar a su Cascanueces. Se adormece y comienza a soñar que todo se agiganta a su alrededor. Llega el Rey de los Ratones con una banda de roedores que aterrorizan a la niña. Apararecen los soldaditos de juguete comandados por el cascanueces para defender a Clara; Fritz los ayuda como capitán de artillería y la niña se siente protegida por estos nuevos amigos. Sin embargo comienzan a perder la batalla. Clara se arma de coraje y lanza una de sus zapatillas al Rey de los Ratones. Lo derriba, el Cascanueces lo mata y los ratones huyen. El Cascanueces se transforma en un hermoso príncipe e invita a Clara y a Fritz a un viaje- en un trineo de oro- a través del bosque encantado. La pesadilla a terminado y la fantasía comienza. Al llegar al bosque, se encuentran con el rey y la reina de las nieves. La pareja real baila para ellos junto a los copos de nieve. la danza se va convirtiendo en un torbellino y finalmente impulsa al trineo- con el príncipe, Clara y Fritz a bordo- hacia el lugar que el príncipe les a prometido, lleno de magia, alegría y dulzura.

Clara, Fritz y e príncipe llegan al reino de los confites, donde los recibe el hada (Sugar Plum), que preside el lugar, rodeada de nubes y ángeles guardianes. El hada anuncia a los dulces habitantes de su reino que ha llegado el príncipe con dos amigos. Le pide al príncipe que narre sus aventuras como Cascanueces y luego comienza una fiesta que deleita a los invitados, en la que danzan sucesivamente los chocolates de España, el té de China, los caramelos de menta de Rusia, el café de Arabia, los mazapanes y las flores encabezadas por su reina, la rosa.

La fiesta culmina con un gran pas de deux que bailan el príncipe y el hada. Clara y Fritz abordan el trineo y emprenden el vuelo de regreso a la realidad.

"EL MUÑECO DE NIEVE"

Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recién formada.

La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entrego a la tarea de moldearla.

Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener se dijo.

Le salio un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba...

Pero pronto los días empezaron a ser mas largos y los rayos de sol mas cálidos... El muñeco se fundió sin dejar mas rastro de su existencia que un charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloro con desconsuelo.

Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente:
--Seca tus lágrimas, bonita, por que acabas de recibir una gran lección; ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.

lunes, 6 de diciembre de 2010

"LA VERDAD SOBRE PAPÁ NOEL"

Hace muchos años, muchos años, en vísperas de una navidad, al escritor del editor de un importante diario llego la carta de una niña llamada virginia, que decía:

--Querido editor: soy una nena de ocho años. Algunos de mis amiguitos me dicen que papa Noel no existe, pero mi papa dice que, si sale en el diario es cierto. Por favor, díganme la verdad, ¿existe Papá Noel?

El editor contestó así:
--Virginia: yo no creo que tus amiguitos están equivocados. Ellos han sido afectados por la incredulidad de estos tiempos. No creen más que en lo que ven sus ojos .Piensan que aquello que sus pequeñas mentes no pueden comprender, no existe. Todas las mentes, Virginia, sean de adultos o de niños, son pequeñas. En nuestro vasto universo el hombre es un simple insecto, una hormiga cuya inteligencia no resiste la comparación con el mundo limitado que la rodea (…).
Si, Virginia, Papá Noel existe. Su existencia es tan real como el amor, la generosidad y la devoción, y tú sabes que estas abundan y dan gozo y belleza a la vida.
¡Qué sombrío sería el mundo sin Papá Noel! No existiría la fe ingenua, infantil; no habría romance ni poesía para hacernos tolerable la existencia. No tendríamos más gozo que el de los sentidos…
La eterna luz con la que la infancia ilumina al mundo e extinguiría.
¡Como no creer en Papá Noel! Aunque no lo veamos, ¿esto qué prueba? Nadie ve a Papá Noel.
Pero es que hay cosas muy reales en el mundo que ni los niños ni los adultos ven. ¿Has visto alguna vez a las hadas danzando en el césped? Por supuesto que no, pero eso no prueba que que no estén allí. Nadie puede concebir o siquiera imaginar toda las maravillas invisibles que existen en el mundo.
Tú puedes romper el sonajero de un bebé y descubrir qué  es lo que produce el sonido, pero el mundo que no vemos tiene un velo que lo cubre, un velo que ni el hombre más fuerte puede descorrer. Solo la fe, el amor, la fantasía, el romance y la poesía pueden descorrer esa cortina y permitirnos ver el cuadro de belleza sobrenatural y gloria que está más allá de nuestros sentidos. ¿Es todo ello real? Ah, Virginia, no hay en este mundo nada mas real y permanente que esa trascendencia.
¡Que no existe Papá Noel! Gracias a dios, él vive y vivirá por siempre, mil años después de nuestro tiempo, el continuara alegrando con su espíritu el corazón de los niños…

"LA LEYENDA DE ESTERU"

En los bosques de nuestro país, hay muchos tipos diferentes de criaturas que la gente no puede ver. Todas ellas son parte de la naturaleza, y la gente ha escrito muchas historias y fábulas acerca de ellas.

Hace muchos años, en los profundos bosques de Cantabria, vivía un Hada Buena y muy hermosa. Su pelo era amarillo como el sol y sus ojos muy brillantes. Como todas las hadas buenas de Cantabria, esta era muy bondadosa con la gente y siempre estaba acompañada por unos pequeños Enanucos, que la ayudaban en su trabajo.

Un día, mientras cruzaba a través del bosque, se paró a mirarse y a peinar sus cabellos en el río. De repente, empezó a oír muy agitados a los Enanucos que habían encontrado algo que se movía entre unos troncos. El Hada se acercó y todos los Enanucos mirándola.

--“Es un bebé, en un bebé”, dijeron todos. “No podemos dejarlo aquí, se moriría de frío”, dijo el Hada, “tenemos que buscarle un hogar con los humanos”.

--“Desde ahora – dijo el Hada al bebé – te llamaremos Esteru, porque es maravilloso haberte encontrado. Y por ello, te daré los regalos de ‘valentía’ y ‘bondad’, durante toda tu vida”.
Entonces el Hada cogió al bebé y lo llevó a una casita en el límite del bosque donde vivían un hombre y una mujer que no tenían niños.
--“Ellos le cuidaran muy bien y estarán felices de tener este niño”, dijo el Hada, y dejó al niño en la puerta para ellos.

El hombre salió de la casa y se sorprendió mucho al ver al bebé, y llamó a su esposa:
--“¡¡Cuca, Cuca, ven aquí rápidamente!!¡¡Ven a ver lo que han dejado!!”.
Tal como el Hada había dicho, el hombre y la mujer fueron muy felices al encontrar a este niño e inmediatamente le cubrieron con una cálida manta y lo tomaron como su hijo.

Y así fue como Esteru llegó a crecer en aquellas maravillosas montañas, hasta que se convirtió en un fuerte y amable hombre. Sus padres fueron muy felices y Esteru se sentía muy querido.

Esteru trabajaba todos los días de la mañana a la noche, cortando madera y ayudando a su anciano padre a vender los coloños de madera por los pueblos. Después de muchos años sus padres murieron y se quedó muy solo en la casa del bosque.

Fueron pasando los años y se fue haciendo mayor, su cara comenzó a arrugarse y su pelo a ponerse blanco y con una gran capa gris. Con el tiempo, se volvió triste y se dio cuenta de que lo que necesitaba era ayudar a otras personas que lo necesitaban. Así recordó que en el pueblo había una casa en la cual vivían muchos niños que no tenían padres. Ellos vivían de cualquier cosa que la gente del pueblo les llevara, y él se dio cuenta de que esos niños estaban muy solos, justo como él, y que podría hacer cosas para ellos de modo que fueran felices.

Esteru era muy inteligente y muy bueno haciendo cosas con sus manos, de manera que hizo algunos juguetes de madera para aquellos niños: pequeños juguetes y muñecas, que él podría llevar a los niños cuando fuera al pueblo a vender su madera. Cuando terminó las muñecas, los puso en una gran bolsa. Puso la bolsa sobre su burro y marchó hacia el pueblo. Estaba muy feliz por dentro aquel día, y sus ojos brillaban con alegría.

Le tomó toda la mañana caminar a través de las montañas hasta llegar al pueblo, pero estaba muy feliz. Sonreía como si estuviera en un sueño, porque estaba yendo a llevar a los niños los juguetes que él había hecho. Los niños pequeños del pueblo estuvieron muy felices también cuando recibieron sus regalos, y Esteru se pasó la tarde jugando con ellos y contándoles las historias que había aprendido de su padre cuando él era pequeño. Los niños y niñas amaron mucho a Esteru y después de aquel día ellos no se sintieron tan solos como antes.

Esteru se volvió muy conocido en los pueblos. Cada vez que él se acercaba, rápidamente era rodeado por los niños, y así fue recorriendo todos los pueblos de Cantabria y regalando los juguetes que él mismo hacía.

Esto sucedió durante muchos y felices años, pero una vez hubo una terrible tormenta que asoló los pueblos y montañas de Cantabria, la cual destruyó muchas casas y bosques. Los fríos y fuertes vientos y el sonido de los truenos dejaron a la gente muy asustada y trastornada, especialmente a los niños.

Ese día, cuando Esteru estaba yendo al pueblo, vio un rayo alcanzando la casa de los niños huérfanos y que rápidamente empezó a arder en llamas. Corrió muy rápido hacia la casa y vio algunos niños en una de las ventanas, muy asustados, gritando y pidiendo ayuda. Sin dudarlo ni un momento, llegó hasta la casa que estaba en llamas, cubrió a los niños con una manta para protegerlos del fuego, y los sacó de la casa a través de una ventana en el primer piso.

Pero mientras él estaba tratando de salir, una viga de madera vieja y grande del techo cayó sobre él. Esteru cayó con gran dolor y su fuerte y hermoso corazón se detuvo. Las personas en el pueblo lloraron cuando vieron la casa en llamas y supieron lo que había ocurrido, y se dieron cuenta de que no había nada que ellos pudieran hacer. Pero… en ese mismo momento fueron sorprendidos por una luz brillante que salí de la casa en llamas. Nadie podía ver lo que estaba ocurriendo allí adentro.

Pero dentro de la casa, el Hada que había encontrado a Esteru en las montañas, cuando él era un bebé, apareció junto a él y comenzó a llamarlo por su nombre con su dulce voz:
--“¡Esteru!¡Esteru!”. Y le dijo: “Esteru, tú has sido un hombre bueno, lleno de fe y de buen corazón. Has dedicado tu vida a hacer cosas para los demás, y has dado hasta tu propia vida para salvar a otras personas. Por eso, no quiero que te mueras. Yo quiero que vivas para siempre. De ahora en adelante, tú harás juguetes y otros regalos para todos los niños de este pueblo y de todos los rincones de Cantabria”.

--“¡¡Y nosotros te ayudaremos!!”, dijeron todos los Enanucos, alrededor de Esteru.

Y así es como vino a pasar que, en las navidades, al final de cada año, Esteru va a todos los pueblos de Cantabria repartiendo juguetes y regalos a los niños para que sean felices. Los niños de todos los pueblos celebran la llegada de Esteru cantantazo canciones y esparciendo su mensaje de ‘valentía’ y ‘bondad’.

Esta historia ha sido recogida en Ruiseñada (Comillas) en el año 1985. Los comunicantes eran una mujer y un hombre que se llamaban Uca y Juanito.

Algunas personas no creen que ESTERU realmente exista. Pero entre los cantabros hay un viejo dicho: todas las cosas que tienen un nombre existen, si nosotros creemos que existen.

"RELATO DIVERTIDO : Solicitud de Navidad "

Jaimito estaba escribiendo una carta al niño Jesús en vista de la proximidad de la Navidad:

"Estimado niño Jesús: Me he portado muy bien este año, por favor haz que me regalen una bicicleta y un videojuego.

Atentamente Jaimito."

Dobla la carta, la pone en un sobre, la lleva a la sala para ponerla debajo del árbol de Navidad, junto al árbol se encontraba una pequeña estatuilla de la Virgen María. Cuando va a poner la carta se arrepiente, da la vuelta y regresa a su cuarto. Rompe la carta y escribe una nueva:

"Estimado niño Jesús: Es cierto que no me he portado tan bien este año, pero creo que por las acciones buenas me merezco un videojuego y una bicicleta.

Atentamente Jaimito."

Nuevamente dobla la carta, la pone en un sobre y se va hacia la sala a ponerla debajo del árbol navideño. Al llegar ve la estatua de la Virgen, da la vuelta y regresa a su cuarto y vuelve a escribir una tercera versión:

"Estimado niño Jesús: Es verdad que me he portado mal este año pero yo sé que si me regalas un videojuego y una bicicleta, será suficiente incentivo para portarme bien el próximo año.

Atentamente Jaimito."

Dobla la carta, va a la sala y nuevamente, mira fijamente a la estatua, da la vuelta y regresa a su cuarto. Muy enfurecido destroza la carta. De pronto los ojos se le iluminan de felicidad, sale corriendo del cuarto hacia la sala, toma la estatua de la Virgen María, la trae de regreso a su cuarto, le cubre los ojos y la boca con cinta adhesiva, la envuelve con trapos, la ata con cadenas, la mete en un baúl, se sienta muy cómodamente con una sonrisa encima del baúl y escribe nuevamente una carta que dice así:

"Niño Jesús: Si quieres volver a ver a tu madre con vida, dame un videojuego y una bicicleta".
Jaimito.

"EL NIÑO QUE LO QUIERE TODO"

Había una vez un niño que se llamaba Jorge, su madre María y el padre Juan. En el día de los Reyes Magos se pidió más de veinte cosas. Su madre le dijo:
--Pero tú comprendes que… mira te voy a decir que los Reyes Magos tienen camellos, no camiones, segundo, no te caben en tu habitación, y, tercero, mira otros niños… tú piensa en los otros niños, y no te enfades porque tienes que pedir menos.
El niño se enfadó y se fue a su habitación. Y dice su padre a María:

--Ay, se quiere pedir casi una tienda entera, y su habitación está llena de juguetes.
María dijo que sí con la cabeza. El niño dijo con la voz baja:

--Es verdad lo que ha dicho mamá, debo de hacerles caso, soy muy malo.
Llegó la hora de ir al colegio y dijo la profesora:

--Vamos a ver, Jorge, dinos cuántas cosas te has pedido.
Y dijo bajito:

--Veinticinco.

La profesora se calló. Cuando terminó todos se fueron y la señorita le dijo a Jorge que no tenía que pedir tanto. Cuando sus padres se tuvieron que ir, Jorge cambió inmediatamente la carta, aunque se pidió quince cosas. Cuando llegaron sus padres les dijo que había quitado diez cosas de la lista. Los padres pensaron: Bueno, no está mal.
Y dijeron:

--¿Y eso lo vas a compartir con tus amigos?
Jorge dijo:

--No, porque son míos y no los quiero compartir.
Se dieron cuenta de que no tenía ni Belén ni árbol de Navidad. Y fueron a una tienda, pero se habían agotado. Fueron a todas partes, pero nada. El niño mientras iba en el coche vio una estrella y rezó esto: ---Ya sé que no rezo mucho, perdón, pero quiero encontrar un Belén y un árbol de Navidad.

De pronto, se les paró el coche, se bajaron, y se les apareció un ángel que dijo a Jorge:

--Has sido muy bueno en quitar cosas de la lista así que os daré el Belén y el árbol.

Pasaron tres minutos y continuó el ángel:

--Miren en el maletero y veréis.

Mientras el ángel se fue. Juan dijo:

--¡Eh, muchas gracias! Pero, ¿qué pasa con el coche?

Y dijo la madre:

--¡Anda, si ya funciona! ¡Se ha encendido solo!

Y el padre dio las gracias de nuevo.

Por fin llegó el día tan esperado, el día de los Reyes Magos. Cuando Jorge se levantó y fue a ver los regalos que le habían traído, se llevó una gran sorpresa. Le habían traído las veinticinco cosas de la lista. Enseguida, despertó a sus padres y les dijo que quería repartir sus juguetes con los niños más pobres.

Pasó una semana y el niño trajo a casa a muchos niños pobres. La madre de Jorge hizo el chocolate y pasteles para todos. Todos fueron muy felices. Y colorín, colorado, este cuento acabado.

domingo, 5 de diciembre de 2010

"EL PINO"

Allá lejos en el bosque había un pino: ¡qué pequeño y qué bonito era! Tenía un buen sitio donde crecer y todo el aire y la luz que quería, y estaba además acompañado por otros camaradas mayores que él, tantos pinos como abetos. ¡Pero se empeñaba en crecer con tan apasionada prisa!

No prestaba la menor atención al sol ni a la dulzura del aire, ni ponía interés en los niños campesinos que pasaban charlando por el sendero cuando salían a recoger frutillas.

A veces llegaban con una canasta llena, o con unas cuantas ensartadas en una caña, y se sentaban a su lado.

—¡Mira qué arbolito tan lindo! —decían—. Pero al arbolito no le gustaba nada oírles hablar así.

Al año siguiente se alargó hasta echar un nuevo nudo, y un año después, otro más alto aún. Ya se sabe que, tratándose de pinos, siempre es posible conocer su edad por el número de nudos que tienen.

—¡Oh, si pudiera ser tan alto como los demás árboles! —suspiraba—. Entonces podría extender mis ramas todo alrededor y miraría el vasto mundo desde mi copa. Los pájaros vendrían a hacer sus nidos en mis ramas y, siempre que soplase el viento, podría cabecear tan majestuosamente como los otros.

No lo contentaban los pájaros ni el sol, ni las rosadas nubes que, mañana y tarde, cruzaban navegando allá en lo alto.

Cuando venía el invierno y la resplandeciente blancura de la nieve se esparcía por todas partes, era frecuente que algún conejo se acercase dando rápidos brincos y saltase justamente por encima del pinito. ¡Oh, qué humillante era aquello!… Pero pasaron dos inviernos, y al tercero había crecido tanto, que los conejos viéronse forzados a rodearlo. "Sí, crecer, crecer, hacerse alto y mayor; esto es lo importante", —pensaba.

En el otoño siempre venían los leñadores a cortar algunos de los árboles más altos. Todos los años pasaba lo mismo, y el joven pino, que ya tenía una buena altura, temblaba sólo de verlos, pues los árboles más grandes y espléndidos crujían y acababan desplomándose en tierra. Entonces les cortaban todas las ramas, y quedaban tan despojados y flacos que era imposible reconocerlos; luego los cargaban en carretas y los caballos los arrastraban fuera del bosque.

¿Adónde se los llevaban? ¿Cuál sería su suerte?
En la primavera, tan pronto llegaban la golondrina y la cigüeña, el árbol les preguntaba:

—¿Saben ustedes adónde han ido los otros árboles, adónde se los han llevado? ¿Los han visto acaso?
Las golondrinas nada sabían, pero la cigüeña se quedó pensativa y respondió, moviendo la cabeza:

—Sí, creo saberlo. A mi regreso de Egipto encontré un buen número de nuevos veleros; tenían unos mástiles espléndidos, y en cuanto sentí el aroma de los pinos comprendí que eran ellos. ¡Oh, y qué derechos iban!

—¡Cómo me gustaría ser lo bastante grande para volar atravesando el mar! Y dicho sea de paso, ¿cómo es el mar? ¿A qué se parece?

—Sería demasiado largo explicártelo —respondió la cigüeña, y prosiguió su camino.

—Alégrate de tu juventud —dijeron los rayos del sol—; alégrate de tu vigoroso crecimiento y de la nueva vida que hay en ti.

Y el viento besó al árbol, y el rocío lo regó con sus lágrimas. Pero él era aún muy tierno y no comprendía las cosas.

Al acercarse la Navidad los leñadores cortaron algunos pinos muy jóvenes, que ni en edad ni en tamaño podían medirse con el nuestro, siempre inquieto y siempre anhelando marcharse. A estos jóvenes pinos, que eran justamente los más hermosos, les dejaron todas sus ramas. Así los depositaron en las carretas y así se los llevaron los caballos fuera del bosque.

—¿Adónde pueden ir? —se preguntaba el pino—. No son mayores que yo; hasta había uno que era mucho más pequeño. ¿Por qué les dejaron todas sus ramas? ¿Adónde los llevan?

—¡Nosotros lo sabemos, nosotros lo sabemos! —piaron los gorriones—. Hemos atisbado por las ventanas, allá en la ciudad; nosotros sabemos adónde han ido. Allí les esperan toda la gloria y todo el esplendor que puedas imaginarte. Nosotros hemos mirado por los cristales de las ventanas y vimos cómo los plantaban en el centro de una cálida habitación, y cómo los adornaban con las cosas más bellas del mundo: manzanas doradas, pasteles de miel, juguetes y cientos de velas.

—¿Y luego? —preguntó el pino, estremeciéndose en todas sus ramas—. ¿Y luego? ¿Qué pasa luego?

—Bueno, no vimos más —respondieron los gorriones—. Pero lo que vimos era magnífico.

—¡Si tendré yo la suerte de ir alguna vez por tan deslumbrante sendero! —exclamó el árbol con deleite—. Es aun mejor que cruzar el océano. ¡Qué ganas tengo de que llegue la Navidad! Ahora soy tan alto y frondoso como los que se llevaron el año pasado. ¡Oh, si estuviese ya en la carreta, si estuviese ya en esa cálida habitación en medio de ese brillo resplandeciente! ¿Y luego? Sí, luego tiene que haber algo mejor, algo aún más bello esperándome, porque si no, ¿para qué iban a adornarme de tal modo?, algo mucho más grandioso y espléndido. Pero ¿qué podrá ser? ¡Oh, qué dolorosa es la espera! Yo mismo no sé lo que me pasa.

—Alégrate con nosotros —dijeron el viento y la luz del sol— alégrate de tu vigorosa juventud al aire libre.

Pero el pino no tenía la menor intención de seguir su consejo. Continuó creciendo y creciendo; allí se estaba en invierno lo mismo que en verano, siempre verde, de un verde bien oscuro. La gente decía al verlo:

—¡Ése sí que es un hermoso árbol!

Y al llegar la Navidad fue el primero que derribaron. El hacha cortó muy hondo a través de la corteza, hasta la médula, y el pino cayó a tierra con un suspiro, desfallecido por el dolor, sin acordarse para nada de sus esperanzas de felicidad. Le entristecía saber que se alejaba de su hogar, del sitio donde había crecido; nunca más vería a sus viejos amigos, los pequeños arbustos y las flores que vivían a su alrededor, y quizás ni siquiera a los pájaros. No era nada agradable aquella despedida.

No volvió en sí hasta que lo descargaron en el patio con los otros árboles y oyó a un hombre que decía:

—Éste es el más bello, voy a llevármelo.

Vinieron, pues, dos sirvientes de elegante uniforme y lo trasladaron a una habitación espléndida. Había retratos alrededor, colgados de todas las paredes, y dos gigantescos jarrones chinos, con leones en las tapas, junto a la enorme chimenea de azulejos. Había sillones, sofás con cubiertas de seda, grandes mesas atestadas de libros de estampas y juguetes que valían cientos de pesos, o al menos así lo creían los niños. Y el árbol fue colocado en un gran barril de arena, que nadie habría reconocido porque estaba envuelto en una tela verde, y puesto sobre una alfombra de colores brillantes. ¡Cómo temblaba el pino! ¿Qué pasaría luego? Tanto los sirvientes como las muchachas se afanaron muy pronto en adornarlo. De sus ramas colgaron bolsitas hechas con papeles de colores, cada una de las cuales estaba llena de dulces. Las manzanas doradas y las nueces pendían en manojos como si hubiesen crecido allí mismo, y cerca de cien velas, rojas, azules y blancas quedaron sujetas a las ramas. Unas muñecas que en nada se distinguían de las personas —muñecas como no las había visto antes el pino— tambaleándose entre el verdor, y en lo más alto de todo habían colocado una estrella de hojalata dorada. Era magnífico; jamás se había visto nada semejante.

—Esta noche —decían todos—, esta noche sí que va a centellear. ¡Ya verás!

"¡Oh, si ya fuese de noche!”, pensó el pino. ¡Si ya las velas estuviesen encendidas! ¿Qué pasará entonces?, me pregunto. ¿Vendrán a contemplarme los árboles del bosque? ¿Volarán los gorriones hasta los cristales de la ventana? ¿Echaré aquí raíces y conservaré mis adornos en invierno y en verano?”

Esto era todo lo que el pino sabía. De tanta impaciencia, comenzó a dolerle la corteza, lo que es tan malo para un árbol como el dolor de cabeza para nosotros.

Por fin se encendieron las velas y ¡qué deslumbrante fiesta de luces! El pino se echó a temblar con todas sus ramas, hasta que una de las velas prendió fuego a las hojas. ¡Huy, cómo le dolió aquello!

—¡Oh, qué lástima! —exclamaron las muchachas, y apagaron rápidamente el fuego. El árbol no se atrevía a mover una rama; tenía terror de perder alguno de sus adornos y se sentía deslumbrado por todos aquellos esplendores… De pronto se abrieron de golpe las dos puertas corredizas y entró en tropel una bandada de niños que se abalanzaron sobre el pino como si fuesen a derribarlo, mientras las personas mayores los seguían muy pausadamente. Por un momento los pequeñuelos se estuvieron mudos de asombro, pero sólo por un momento. Enseguida sus gritos de alegría llenaron la habitación. Se pusieron a bailar alrededor del pino, y luego le fueron arrancando los regalos uno a uno.

"Pero, ¿qué están haciendo?”, pensó el pino. ¿Qué va a pasar ahora?"

Las velas fueron consumiéndose hasta las mismas ramas, y en cuanto se apagó la última, dieron permiso a los niños para que desvalijasen al árbol. Precipitáronse todos a una sobre él, haciéndolo crujir en todas y cada una de sus ramas, y si no hubiese estado sujeto del techo por la estrella dorada de la cima se habría venido al suelo sin remedio.

Los niños danzaron a su alrededor con los espléndidos juguetes, y nadie reparó ya en el árbol, a no ser una vieja nodriza que iba escudriñando entre las hojas, aunque sólo para ver si por casualidad quedaban unos higos o alguna manzana rezagada.

—¡Un cuento, cuéntanos un cuento! —exclamaron los niños, arrastrando con ellos a un hombrecito gordo que fue a sentarse precisamente debajo del pino.

—Aquí será como si estuviésemos en el bosque —les dijo—, y al árbol le hará mucho bien escuchar el cuento. Pero sólo les contaré una historia. ¿Les gustaría el cuento de Ivede-Avede, o el de Klumpe-Dumpe, que aun cayéndose de la escalera subió al trono y se casó con la princesa?

—¡Klumpe-Dumpe! —gritaron algunos, y otros reclamaron a Ivede-Avede. El griterío y el ruido eran tremendos; sólo el pino callaba, pensando:

"¿Me dejarán a mí fuera de todo esto? ¿Qué papel me tocará representar?" --penso el árbol.

Pero, claro, ya había desempeñado su papel, ya había hecho justamente lo que tenía que hacer.

El hombrecito gordo les contó la historia de Klumpe-Dumpe, que aun cayéndose de la escalera subió al trono y se casó con la princesa. Y los niños aplaudieron y exclamaron:

—¡Cuéntanos otros! ¡Uno más!

Querían también el cuento de Ivede-Avede, pero tuvieron que contentarse con el de Klumpe-Dumpe. El pino permaneció silencioso en su sitio, pensando que jamás los pájaros del bosque habían contado una historia semejante.

"De modo que Klumpe-Dumpe se cayó de la escalera y, a pesar de todo, se casó con la princesa. ¡Vaya, vaya; así es como se progresa en el gran mundo!"., pensaba. “Seguro que tenía que ser cierto si aquel hombrecito tan agradable lo contaba.

Bien, ¿quién sabe? Quizás me caiga yo también de una escalera y termine casándome con una princesa."

Y se puso a pensar en cómo lo adornarían al día siguiente, con velas y juguetes, con oropeles y frutas.

—Mañana sí que no temblaré —se decía—. Me propongo disfrutar de mi esplendor todo lo que pueda. Mañana escucharé de nuevo la historia de Klumpe-Dumpe, y quizás también la de Ivede-Avede.

Y toda la noche se la pasó pensando en silencio.

A la mañana siguiente entraron el criado y la sirvienta.

"Ahora las cosas volverán a ser como deben", pensó el pino.

Mas, lejos de ello, lo sacaron de la estancia y, escaleras arriba, lo condujeron al desván, donde quedó tirado en un rincón oscuro, muy lejos de la luz del día.

"¿Qué significa esto? —se maravillaba el pino—. ¿Qué voy a hacer aquí arriba? ¿Qué cuentos puedo escuchar así?"

Y se arrimó a la pared, y allí se estuvo pensando y pensando… Tiempo para ello tenía de sobra, mientras pasaban los días y las noches. Nadie subía nunca, y cuando por fin llegó alguien fue sólo para amontonar unas cajas en el rincón. Parecía que lo habían olvidado totalmente.

"Ahora es el invierno afuera”, pensaba el pino. “La tierra estará dura y cubierta de nieve, de modo que sería imposible que me plantasen; tendré que permanecer en este refugio hasta la primavera. ¡Qué considerados son! ¡Qué buena es la gente!… Si este sitio no fuese tan oscuro y tan terriblemente solitario!… Si hubiese siquiera algún conejito… ¡Qué alegre era estar allá en el bosque, cuando la nieve lo cubría todo y llegaba el conejo dando saltos! Sí, ¡aun cuando saltara justamente por encima de mí, y a pesar de que esto no me hacía ninguna gracia! Aquí está uno terriblemente solo."

—¡Cuic! —chilló un ratoncito en ese mismo momento, colándose por una grieta del piso; y pronto lo siguió otro. Ambos comenzaron a husmear por el pino y a deslizarse entre sus ramas.

—Hace un frío terrible —dijeron los ratoncitos—, aunque éste es un espléndido sitio para estar. ¿No te parece, viejo pino?

—Yo no soy viejo —respondió el pino—. Hay muchos árboles más viejos que yo.

—¿De dónde has venido? —preguntaron los ratones, pues eran terriblemente curiosos—, ¿qué puedes contarnos? Háblanos del más hermoso lugar de la tierra. ¿Has estado en él alguna vez? ¿Has estado en la despensa donde los quesos llenan los estantes y los jamones cuelgan del techo, donde se puede bailar sobre velas de sebo y el que entra flaco sale gordo?

—No —respondió el pino—, no conozco esa despensa, pero en cambio conozco el bosque donde brilla el sol y cantan los pájaros.

Y les habló entonces de los días en que era joven. Los ratoncitos no habían escuchado nunca nada semejante, y no perdieron palabra.

—¡Hombre, mira que has visto cosas! —dijeron—. ¡Qué feliz habrás sido!

—¿Yo? —preguntó el pino, y se puso a considerar lo que acababa de decir—. Sí, es cierto; eran realmente tiempos muy agradables.

Y pasó a contarles lo ocurrido en Nochebuena, y cómo lo habían adornado con pasteles y velas.

—¡Oooh! —dijeron los ratoncitos—. ¡Sí que has sido feliz, viejo pino!

—Yo no tengo nada de viejo —repitió el pino—. Fue este mismo invierno cuando salí del bosque. Estoy en plena juventud: lo único que pasa es que, por el momento, he dejado de crecer.

—¡Qué lindas historias cuentas! —dijeron los ratoncitos. Y a la noche siguiente regresaron con otros cuatro que querían escuchar también los relatos del pino. Mientras más cosas contaba, mejor lo iba recordando todo, y se decía:

—Aquellos tiempos sí que eran realmente buenos; pero puede que vuelvan otra vez, puede que vuelvan… Klumpe-Dumpe se cayó de la escalera y, aun así, se casó con la princesa; quizás a mí me pase lo mismo.

Y justamente entonces el pino recordó a una tierna y pequeña planta de la familia de los abedules que crecía allá en el bosque, y que bien podría ser, para un pino, una bellísima princesa.

—¿Quién es Klumpe-Dumpe? —preguntaron los ratoncitos. Y el pino les contó toda la historia, pues podía recordar cada una de sus palabras; y los ratoncitos se divirtieron tanto que querían saltar hasta la punta del pino de contentos que estaban. A la noche siguiente acudieron otros muchos ratones, y, el domingo, hasta se presentaron dos ratas. Pero éstas declararon que el cuento no era nada entretenido, y esto desilusionó tanto a los ratoncitos, que también a ellos empezó a parecerles poco interesante.

—¿Es ése el único cuento que sabes? —preguntaron las ratas.

—Sí, el único —respondió el pino—. Lo oí la tarde más feliz de mi vida, aunque entonces no me daba cuenta de lo feliz que era.

—Es una historia terriblemente aburrida. ¿No sabes ninguna sobre jamones y velas de sebo? ¿O alguna sobre la despensa?

—No —dijo el pino.

—Bueno, entonces, muchas gracias —dijeron las ratas, y se volvieron a casa.

Al cabo también los ratoncitos dejaron de venir, y el árbol dijo suspirando.

—Era realmente agradable tener a todos esos simpáticos y ansiosos ratoncitos sentados a mi alrededor, escuchando cuanto se me ocurría contarles. Ahora esto se acabó también… aunque lo recordaré con gusto cuando me saquen otra vez afuera.

Pero, ¿cuándo sería esto? Ocurrió una mañana en que subieron la gente de la casa a curiosear en el desván. Movieron de sitio las cajas y el árbol fue sacado de su escondrijo. Por cierto que lo tiraron al suelo con bastante violencia, y, enseguida, uno de los hombres lo arrastró hasta la escalera, donde brillaba la luz del día.

"¡La vida comienza de nuevo para mí!", pensó el árbol. Sintió el aire fresco, los primeros rayos del sol… y ya estaba afuera, en el patio. Todo sucedió tan rápidamente, que el árbol se olvidó fijarse en sí mismo. ¡Había tantas cosas que ver en torno suyo! El patio se abría a un jardín donde todo estaba en flor. Fresco y dulce era el aroma de las rosas que colgaban de los pequeños enrejados; los tilos habían florecido y las golondrinas volaban de una parte a otra cantando:

—¡Quirre-virre-vit, mi esposo ha llegado ya! —pero, es claro, no era en el pino en quien pensaban.

—¡Esta sí que es vida para mí! —gritó alegremente, extendiendo sus ramas cuanto pudo. Pero, ¡ay!, estaban amarillas y secas y se vio tirado en un rincón, entre ortigas y hierbas malas. La estrella de papel dorado aún ocupaba su sitio en la cima y resplandecía a la viva luz del sol.

En el patio jugaban algunos de los traviesos niños que por Nochebuena habían bailado alrededor del árbol, y a quienes tanto les había gustado. Uno de los más pequeños se le acercó corriendo y le arrancó la reluciente estrella dorada.

—¡Mira lo que aún quedaba en ese feo árbol de Navidad! —exclamó, pisoteando las ramas hasta hacerlas crujir bajo sus zapatos.

Y el árbol miró la fresca belleza de las flores en el jardín, y luego se miró a sí mismo, y deseó no haber salido jamás de aquel oscuro rincón del desván. Recordó la frescura de los días que en su juventud pasó en el bosque, y la alegre víspera de Navidad, y los ratoncitos que con tanto gusto habían escuchado la historia de Klumpe-Dumpe.

—¡Todo ha terminado! —se dijo—. ¡Lástima que no haya sabido gozar de mis días felices! ¡Ahora, ya se fueron para siempre!

Y vino un sirviente que cortó el árbol en pequeños pedazos, hasta que hubo un buen montón que ardió en una espléndida llamarada bajo la enorme cazuela de cobre. Y el árbol gimió tan alto que cada uno de sus quejidos fue como un pequeño disparo. Al oírlo, los niños que jugaban acudieron corriendo y se sentaron junto al fuego; y mientras miraban las llamas, gritaban: "¡pif!, ¡paf!", a coro. Pero a cada explosión, que era un hondo gemido, el árbol recordaba un día de verano en el bosque, o una noche de invierno allá afuera, cuando resplandecían las estrellas. Y pensó luego en la Nochebuena y en Klumpe-Dumpe, el único cuento de hadas que había escuchado en su vida y el único que podía contar… Y cuando llegó a este punto, ya se había consumido enteramente.

Los niños seguían jugando en el patio. El más pequeño se había prendido al pecho la estrella de oro que había coronado al pino la noche más feliz de su vida. Pero aquello se había acabado ya, igual que se había acabado el árbol, y como se acaba también este cuento. ¡Sí, todo se acaba, como les pasa al fin a todos los cuentos!

"MUÑECA DE TRAPO"



"Muñeca de trapo,

bella cuando era nueva

hoy tirada en un rincón

con lazos descoloridos

ojos de un triste mirar.


¿Quién en ese estado te dejo?

¿Quién tu belleza no supo valorar?

¿Quién te dejo tirada en un rincón?

¿Quién rompió tu corazón

muñeca de triste mirar?

Vestida de tul raído por el uso

mejillas coloradas,

aun estando abandonada

quizá por vergüenza

de estar botada en un rincón.

Ya tu dueña te dejo

por otra muñeca nueva

¿De qué sirve quejarse

del destino que te toco?

¿muñeca de triste mirar?.

Esa era la queja de una muñeca de trapo, cuando vio que su dueña la cambio por una muñeca nueva y la dejo en un desván, era una muñeca de ojos verdes y una mirada que destrozaba el corazón, tenia las trenzas desechas, el vestido sucio, descalza pero aun así conservaba su belleza. Pero pasado los años, cuando su dueña, que ya era toda una señorita, al limpiar el desván la encontró y recordó lo feliz que fue con aquella muñeca, dijo: ¡Así como yo fui feliz contigo, así que sea feliz otra niña!, la tomo entre sus manos , lavo a la muñeca, la peino y le puso lazos nuevos en sus trenzas, cambio el vestido viejo por otro nuevo y le puso zapatitos de gamuza. La llevo a un orfelinato para donarlo, pasado un tiempo en el cumpleaños de una niña abandonada, fue envuelta en papel de regalo, la muñeca quedo a oscuras hasta que escucho la voz de su nueva dueña, una niña inocente de cinco años, feliz de tener una muñeca de trapo, desde aquel día la muñeca de triste mirar, tenía el corazón contento porque aprendió que su destino era hacer feliz a las niñas sin importar que cuando crezcan la abandonen en un rincón.

Este cuento es mi aporte a la niñez espero que sea del gusto de ellos. No soy escritora pero es lo que me nace y lo pongo en estas lineas. (Ana Salazar)

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