
- Váyase, hermanito, y diga a sus compañeros que no sean molestos ni nocivos en las celdas; que se vayan a vivir en la huerta, y que yo cuidaré de llevarles alimento cada día.
El embajador cumplió con la embajada, y desde ese momento la ratonil muchitanga abandonó el claustro y se trasladó a la huerta. Por supuesto que fray Martín los visitó todas las mañanas llevando un cesto de desperdicios o provisiones, y que los pericotes acudían como llamados con campanilla.
Mantenía en su celda nuestro buen lego un perro y un gato, y había logrado que ambos animales viviesen en fraternal concordia. Y tanto, que comían juntos en la misma escudilla o plato.
Los miraba una tarde comer en santa paz, cuando de pronto el perro gruño y se encrespó el gato.
Era que un ratón, atraído por el olorcillo de la vianda, había osado asomar el hocico fuera de su agujero. Lo descubrió fray Martín, y volviéndose hacia el perro y gato, les dijo:
- Cálmense, criaturas del Señor, cálmense. Se acercó en seguida al agujero del muro y dijo:
- Salga sin cuidado, hermano pericote. Me parece que tiene necesidad de comer: apropíncuese, que no le harán daño.
Y dirigiéndose a los otros dos animales añadió:
- Vaya, hijos, denle siempre un lugarcito al convidado, que Dios da para los tres. Y el ratón, sin hacerse rogar, aceptó el convite, y desde ese día comió en amor y compañía con perro y gato.
Quiero un vídeo real aver si es sierto lo que dicen
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