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"Cuento de navidad"





"AMOR PURO AMOR"

sábado, 13 de noviembre de 2010

"LA HUACHUA Y EL ZORRO"

Un zorro muy hermoso, de poblada cola y afiladas uñas, con más astucia que un gavilán, hurtó quinua y trigo de un tendal, con el que armó una buena trampa, en cuyas redes cayeron innumerables avecillas. Introdujo a todas dentro de un costal de jerga y llevóse las vivitas a su prole para adiestrarla en el arte de la cacería al vuelo.

Caminaba taciturno y encorvado por tanto peso, hasta que no pudiendo más, a media jornada, resolvió dejar la carga en casa de su comadre espiritual, una señora alta y bien parecida, de plumaje blanco y pata colorada, moradora a orillas de una gran laguna.

Entablóce entonces el siguiente dialogo:

--Comadre huachua, te dejo esta carga para que me hagas el favor de guardármela hasta mi regreso; pero sin tocarla; será un favor que te lo agradeceré en el alma.

--Compadre zorro, no tengo inconveniente en servir a tan apuesto e inteligente caballero.

El zorro dio las gracias y partió alegre, dejando el saco.

Sola, la huachua, curiosa como buena mujer, desata el nudo que aseguraba el saco y, ¡zas...! ¡Oh sorpresa! empluman un gran frailesco, gaviotas, zorzales y gorriones, y toman las de villadiego.

Desaforada la huachua, a aletazos pretendía impedir la fuga; pero fue en vano, porque ninguna quedó.

Jamás huachua alguna se vio en trance tan amargo. Daba graznidos lastimeros y, extendiendo sus pesadas alas, corría de un sitio a otro, lamentado su desgracia y pensando a la vez en la venganza que tomaría el astuto de su compadre.

Pasado su aturdimiento, le vino una feliz inspiración y se decidió a ponerla en práctica, llenando el saco de espinas, que cuidadosamente cubrió con yerbas y otras malezas.

Al crepúsculo, cuando el sol comenzaba su descenso tras las colinas, regresó el zorro y, como no estuviera presente la comadre, echase a cuestas su carga, y marcha en dirección a su cueva.

Mas, siente sumamente pesado el saco, y sobre todo que le pinchan los lomos; pero soporta impasible los hincones, con la ilusión de que poco le falta para llegar a la casa, donde tomará suculenta cena en unión de la señora y sus cachorritos.

Caminaba corcoveando con su carga y exclamando:

"¡Ay, cómo me hincan las uñas de los pajaritos! ¡Ay, cómo me punzan las patas de los pajaritos!.

Impaciente por su tardanza, le esperaban en la puerta de la cueva la zorra y sus hijuelos que, al verle, locos de contento, saltan, brincan, se revuelcan, y la muy señorona recostada lamía y relamía llena de satisfacción su afilado hocico.

El fatigado zorro, siempre gruñendo, exclamaba:

"¡Ay, cómo me punzan las patas de los pajaritos!".

LLegó a la feliz morada, y cual una avalancha se precipitan sobre el magnífico presente madre e hijos, para aligerar tamaña carga; pero retroceden con sobresalto al contacto de las uñas de los pajaritos.

El zorro, ensangrentado y cansado, arrojó su carga al suelo ordenando antes que se coloquen en acecho en la entrada para evitar la fuga de las palomitas y gorriones, y se abalanzasen a su voz de mando.

Vacía el saco y a la voz de orden se lanzan sobre la yerba que lo cubría; pero, ¡oh dolor, qué chasco! no había tales zorzales ni palomitas; sólo enormes púas de espinas llevan prendidas en el hocico y manos,

Se quedaron desconcertados y dando aullidos lastimosos, pasaron la noche, hambrientos y doloridos, relamiéndose el hocico y heridas, lamentándose de su mala fortuna y de su negra suerte.

Caviloso el zorro, pensó en vengarse, mas no regresa en el momento, temeroso de no poder dar caza a la comadre para castigar tan malvada broma, sino que pasados dos días se presentó en las cercanías de la casa de la comadre, jurando interiormente cenársela en unión del ahijado. Pero, está, no bien distingue al compadre, de un vuelo se precipita a la laguna, en la que, tal era su miedo, no se creía todavía, segura y dando zambullones se internaba hacía adentro.

El compadre, después de un minucioso y prolijo registro de la casa de la comadre, se encamina a la laguna, desde cuya orilla da voces a la huachua, que sin hacer caso de los ruegos y llamadas, seguía internándose.

El rabioso compadre le decía a gritos que había regresado con otro encargo para suplicarle se lo guardase, y le juraba por el santo bautismo de su hijo, no le guardaba rencor ni tomaría venganza por la broma que le había jugado.

La huachua, que en varias ocasiones había escapado de las caricias apetitosas del compadre, no le dio crédito al tono hipócrita del compadre, y seguía nadando y zambullendose, cada vez más adentro.

Desconcertado y violento, el zorro se propuso desaguar la laguna y dio comienzo a su tarea, con patas y hocico rasguñaba el suelo, resuelto a abrir una zanja; pero pronto hubo de renunciar a su temerario empeño porque se le gastaron las uñas y le acometió el cansancio.

Piensa en otro medio y, como la cólera lo ciega, resuelve beberse toda el agua de la laguna, y bebe; pero pronto se convence que el agua se le salía del mismo modo que entraba, así que se decide taparse el ano, para lo que coge una coronta y se tapona. Obstruido el canal de salida, loco de furia, con más ardor bebe y bebe el agua, sin meditar que esta nueva zorrada le va a ocasionar la muerte, porque inflandose su vientre reventaria como una vejiga llena de aire.

En su agonía exclamaba en lastimeros ayes y tiernas imprecaciones, que el eco repetía:

--¡Huachua, huachua de pata colorada, todavía me hincan las uñitas de los pajaritos!¡Ay, ay, me punzan las piernas de los pajaritos!

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"MUÑECA DE TRAPO"



"Muñeca de trapo,

bella cuando era nueva

hoy tirada en un rincón

con lazos descoloridos

ojos de un triste mirar.


¿Quién en ese estado te dejo?

¿Quién tu belleza no supo valorar?

¿Quién te dejo tirada en un rincón?

¿Quién rompió tu corazón

muñeca de triste mirar?

Vestida de tul raído por el uso

mejillas coloradas,

aun estando abandonada

quizá por vergüenza

de estar botada en un rincón.

Ya tu dueña te dejo

por otra muñeca nueva

¿De qué sirve quejarse

del destino que te toco?

¿muñeca de triste mirar?.

Esa era la queja de una muñeca de trapo, cuando vio que su dueña la cambio por una muñeca nueva y la dejo en un desván, era una muñeca de ojos verdes y una mirada que destrozaba el corazón, tenia las trenzas desechas, el vestido sucio, descalza pero aun así conservaba su belleza. Pero pasado los años, cuando su dueña, que ya era toda una señorita, al limpiar el desván la encontró y recordó lo feliz que fue con aquella muñeca, dijo: ¡Así como yo fui feliz contigo, así que sea feliz otra niña!, la tomo entre sus manos , lavo a la muñeca, la peino y le puso lazos nuevos en sus trenzas, cambio el vestido viejo por otro nuevo y le puso zapatitos de gamuza. La llevo a un orfelinato para donarlo, pasado un tiempo en el cumpleaños de una niña abandonada, fue envuelta en papel de regalo, la muñeca quedo a oscuras hasta que escucho la voz de su nueva dueña, una niña inocente de cinco años, feliz de tener una muñeca de trapo, desde aquel día la muñeca de triste mirar, tenía el corazón contento porque aprendió que su destino era hacer feliz a las niñas sin importar que cuando crezcan la abandonen en un rincón.

Este cuento es mi aporte a la niñez espero que sea del gusto de ellos. No soy escritora pero es lo que me nace y lo pongo en estas lineas. (Ana Salazar)

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