Había una bella y legendaria ciudad pre inca llamada Pariallá. Sus caminos lucían llenos de flores y sus casas de piedra estaban primorosamente labradas, adornadas además con brillantes alfombras. Era la preferida por los espíritus o "auquillos" del Ande. Allí vivían trabajadores hábiles en tejer preciosas telas con hilos de oro y plata.
Un día llegó un anciano apoyado en un bastón, iba encorvado, casi doblado en dos y sus vestidos estaban hechos jirones.
Los niños que jugaban en la plaza, al verlo, empezaron a burlarse de él, imitaban su manera de andar, tiraban de sus harapos y hasta lo insultaban, mas el anciano seguía caminando sin hacer caso de los malvados chicos. Así cruzó la ciudad, y antes de marcharse extrajo de su alforja una enorme tinya o tambor, y les dio a los muchachos.
Los chiquillos lo recibieron encantados y, dirigiéndose al cerro, comenzaron a tocar el instrumento con manos y pies.
--"¡Bum, bum, buum!" sonaba el tambor, llegando a los cerros y a las casas del pueblo.
--"¡Viejo zonzo, regalarnos esto pese a haberlo insultado!", decían los chicos; hasta que sintieron un estallido que los asustó. Alguien le dio tal puntapié al tambor que perforó su cuero, y empezó a expulsar abundante agua. Parecía una catarata, y velozmente anegó las calles, las casas y campo, sumergiendo luego al pueblo, a las chacras vecinas y al cerro donde jugaban los niños.
Así nació la laguna encantada de Pariamarca. Aquel anciano resultó ser un mago -auquis- y su tinya o tambor había estado embrujada. Entró a Pariallá disfrazado de mendigo para probar si su gente tenía buen corazón.
Los viajeros que la visitan hoy, admiran maravillados una laguna azul como el cielo y diáfana como el cristal, rodeado de hierba y flores.
En el fondo del lago se encuentra la ciudad de Pariallá. Dicen los lugareños que las noches de luna llena se Semana Santa se abren las aguas y aparece en el fondo la vieja ciudad, donde los pariallenses continúan tejiendo.
Temía, pero ahora...
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Temía estar sola,
hasta que aprendí
a quererme a mi misma
Temía fracasar,
hasta que me dí cue...
fallo
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