En una misma casona vivían dos hermanos, uno rico y otro pobre, con sus esposas e hijos. Una noche en que el opulento celebraba el "cumpleaños" de su hijo con insignes invitados llegó el pobre, y ante la pregunta de un amigo sobre quién era este último invitado, el rico contesto:
--"Es mi sirviente".
Lleno de aflicción por el desprecio de su hermano, el pobre se alejó del lugar para ir en busca de alimento, para sustentar a su familia.
Rumbo a la puna reposó -muy triste- en una colina, y esta en sueños le dijo:
"Cálmate y ve por esa ruta hasta llegar a una cueva", y así lo hizo. En ella halló a un anciano que le alcanzó una piedra, ordenándolo no separarse de ella jamás. Luego, otra noche de tormenta se refugió en una gruta, triste y hambriento, y en su agitado sueño escuchó que dialogaban la peña, la puna y la pampa.
La peña les explicaba a las otras dos:
--"Llora así porque su hermano lo desprecia y padece hambre".
Entonces, la pampa propuso:
--"Le daré mazamorra de maíz blanco".
La peña dijo:
--"Yo, de maíz morado".
Y la puna afirmó:
--"y yo de maíz amarillo".
El pobre despertó, y al ver tres ollitas de barro con los manjares devoró una parte y guardó el resto para los suyos. Iba a continuar su viaje cuando sintió que su alforja pesaba demasiado. Al revisarla se llevó gran sorpresa, la mazamorra amarilla se había convertido en oro, la blanca en plata y la morada en cobre.
Enterró una parte y corrió a contarle los hechos a su familia, quienes lanzaron vivas de felicidad. El hermano rico, al enterarse, amenazó con acusarlo de ladrón, por lo que el pobre se lo contó todo.
Cegado por la ambición el rico buscó al anciano, quien le dio la codiciada piedra, con la diferencia que -en el sueño- la peña le alcanzó cuernos, la pampa pelos y la puna un rabo.
Al llegar a su hogar recibió una ingrata sorpresa, su esposa lo echó de la cabaña al desconocerlo, trocado en venado, lanzándole los perros. Desde entonces, va huyendo por pampas y punas.
Temía, pero ahora...
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Temía estar sola,
hasta que aprendí
a quererme a mi misma
Temía fracasar,
hasta que me dí cue...
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