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"Cuento de navidad"





"AMOR PURO AMOR"

jueves, 5 de agosto de 2010

....."ALÍ BABÁ Y LOS 40 LADRONES"


Había una vez un señor que se llamaba Alí Babá y tenía un hermano que se llamaba Kassim. Alí Babá era honesto, trabajador, bueno, leñador y pobre.

Kassim era deshonesto, haragán, malo, usurero y rico. Alí Babá tenía una esposa y una hermosa criada que se llamaba Luz de la Noche. Kassim tenía una esposa y muy mala memoria, pues nunca se acordaba de visitar a sus parientes. En realidad no los visitaba para que no le salieran pidiendo algo.

Un día en que Alí Babá estaba en el bosque cortando leña oyó un ruido que se acercaba y que se parecía al ruido que hacen cuarenta caballos cuando galopan. Se asustó, pero como era curioso trepó a un árbol.

Espiando, vio que eran, efectivamente, cuarenta caballos. Sobre cada caballo venía un ladrón, y cada ladrón tenía una bolsa llena de monedas de oro, vasos de oro, collares de oro y más de mil rubíes, zafiros, ágatas y perlas. Delante de todos iba el jefe de los ladrones.

Los ladrones pasaron debajo de Alí Babá y sofrenaron frente a una gran roca que tenía, más o menos, como una cuadra de alto y que era completamente lisa. Entonces el jefe de los ladrones gritó a la roca: "¡Sésamo: ábrete!". Se oyó un trueno y la roca, como si fuera un sésamo, se abrió por el medio mientras Alí Babá casi se cae del árbol por la emoción. Los ladrones entraron por la abertura de la roca con caballo y todo, y una vez que estuvieron dentro el jefe gritó: "¡Sésamo: ciérrate!". Y la roca se cerró.
"Es indudable -pensó Alí Babá sin bajar del árbol- que esa roca completamente lisa es mágica y que las palabras pronunciadas por el jefe de los ladrones tienen el poder de abrirla. Pero más indudable todavía es que dentro de esa extraña roca tienen esos ladrones su escondite secreto donde guardan todo lo que roban." Y en seguida se oyó otra vez un gran trueno y la roca se abrió. Los ladrones salieron y el jefe gritó: "¡Sésamo: ciérrate!". La roca se cerró y los ladrones se alejaron a todo galope. Cuando se perdieron de vista, Alí Babá bajó del árbol.

"Yo también entraré en esa roca -pensó-." Entonces, con todas las fuerzas que tenía, gritó: "¡Sésamo: ábrete!". Y la roca se abrió.

Después de tardar lo que se tarda en parpadear, se lanzó por la puerta mágica y entró. Y una vez dentro se encontró con el tesoro más grande del mundo. "¡Sésamo: ciérrate!", dijo después. La roca se cerró con Alí Babá dentro y él, con toda tranquilidad, se ocupó de meter en una bolsa una buena cantidad de monedas de oro y rubiés. No demasiado: lo suficiente como para asegurarse la comida de un año y tres meses.
Después dijo: "¡Sésamo ábrete!". La roca se abrió y Alí Babá salió con la bolsa al hombro. Dijo: "¡Sésamo: ciérrate!" y la roca se cerró y él volvió a su casa, cantando de alegría. Pero cuando su esposa lo vio entrar con la bolsa se puso a llorar.

-¿A quién le robaste eso? -gimió la mujer.

Y siguió llorando. Pero cuando Alí Babá le contó la verdadera historia, la mujer se puso a bailar con él.

-Nadie debe enterarse que tenemos este tesoro -dijo Alí Babá-, porque si alguien se entera querrá saber de dónde lo sacamos, y si le decimos de dónde lo sacamos querrá ir también él a esa roca mágica, y si va puede ser que los ladrones lo descubran, y si lo descubren terminarán por descubrirnos a nosotros. Y si nos descubren a nosotros nos cortarán la cabeza. Enterremos todo esto.

-Antes contemos cuántas monedas y piedras preciosas hay -dijo la mujer de Alí Babá.

-¿Y terminar dentro de diez años? ¡Nunca! -le contestó Alí Babá.

-Entonces pesaré todo esto. Así sabré, al menos aproximadamente, cuánto tenemos y cuánto podremos gastar -dijo la mujer.

Y agregó:

-Pediré prestada una balanza.

Desgraciadamente, la mujer de Alí Babá tuvo la mala idea de ir a la casa de Kassim y pedir prestada la balanza. Kassim no estaba en ese momento, pero sí su esposa.

-¿Y para qué quieres la balanza? -le preguntó la mujer de Kassim a la mujer de Alí Babá.

-Para pesar unos granos -contestó la mujer de Alí Babá.

"¡Qué raro! -pensó la mujer de Kassim-. Éstos no tienen ni para caerse muertos y ahora quieren una balanza para pesar granos.

-Voy a prestarte la balanza -le dijo la mujer de Kassim.

Pero antes de prestársela, y con todo disimulo, la mujer de Kassim untó con grasa la base de la balanza.

"Algunos granos se pegarán en la grasa, y asi descubriré qué estuvieron pesando realmente", pensó la mujer de Kassim.

Alí Babá y su mujer pesaron todas las monedas y las piedras preciosas. Después devolvieron la balanza. Pero un rubí había quedado pegado a la grasa.

-De manera que éstos son los granos que estuvieron pesando -masculló la mujer de Kassim- Se lo mostraré a mi marido.

Y cuando Kassim vio el rubí, casi se muere del disgusto. Y él, que nunca se acordaba de visitar a Alí Babá, fue corriendo a buscarlo. Sin saludar a nadie, entró en la casa de su hermano en el mismo momento en que estaban por enterrar el tesoro.

-¡Sinvergüenzas! -gritó-. Ustedes siempre fueron unos pobres gatos. Díganme de dónde sacaron ese maravilloso tesoro.

Y se puso a patalear de rabia. Alí Babá, resignado, comprendió que lo mejor sería contarle la verdad.

-Mañana mismo iré hasta esa roca y me traeré todo a mi casa -dijo Kassim cuando terminaron de explicarle.

A la mañana siguiente, Kassim estaba frente a la roca dispuesto a pronunciar las palabras mágicas.

Había llevado 12 mulas y 24 bolsas.

-¿Qué era lo que tenía que decir? -se preguntó Kassim-. Ah, sí, ahora recuerdo... Y muy emocionado exclamó: "¡Sésamo: ábrete!".

La roca se abrió y Kassim entró. Después dijo "Sésamo: ciérrate", y la roca se cerró con él dentro.

Una hora estuvo Kassim parado frente a las montañas de moneda de oro y de piedras preciosas.

"Aunque tenga que venir todos los días -pensó-, no dejaré la más mínima cosa de valor que haya aquí. Me lo voy a llevar todo a mi casa". Y empezó a elegir entre las piedras preciosas. "Aunque me las llevaré todas, es mejor que empiece por las más grandes, no vaya a ser que mañana no pueda venir y me quede sin las mejores". La elección le llevó unas cinco horas. Y cuando cargó las 24 bolsas se dispuso a partir.

-¿Qué era lo que tenía que decir? -se preguntó-. Ah, sí ahora recuerdo... Y muy emocionado dijo: "Alpiste: ábrete".

Pero la roca ni se movió.

-¡Alpiste: ábrete! -repitió Kassim.

Pero la roca no obedeció.

-Por Dios -dijo Kassim-, olvidé el nombre de la semilla.

Y, desesperado, empezó a pronunciar el nombre de todas las semillas que recordaba: "Cebada: ábrete"; "Maíz: ábrete"; "Garbanzo: ábrete".

Al final, totalmente asustado, ya no sabía qué decir: "Zanahoria: ábrete"; "Coliflor: ábrete"...
Hasta que la roca se abrió. Pero no por Kassim sino por los cuarenta ladrones que regresaban. Y cuando vieron a Kassim, le cortaron la cabeza.

-¿Cómo habrá entrado aquí? -preguntó uno de los ladrones.

-Ya lo averiguaremos -dijo el jefe-. Ahora salgamos a robar otra vez.

Y se fueron a robar, después de dejar bien cerrada la roca.

Pero Alí Babá estaba preocupado porque Kassim no regresaba. Entonces fue a buscarlo a la roca.

Dijo "Sésamo: ábrete", y cuando entró vio a Kassim muerto. Llorando, se lo llevó a su casa para darle sepultura. Pero había un problema: ¿qué diría a los vecinos? Si contaba que Kassim había sido muerto por los ladrones se descubriría el secreto, y eso, ya lo sabemos, no convenía.

-Digamos que murió de muerte natural -dijo la criada Luz de la Noche.

¿Cómo vamos a decir eso? Nadie se muere sin cabeza -dijo Alí Babá.

-Yo lo resolveré -dijo Luz de la Noche, y fue a buscar a un zapatero.

Camina que camina, llegó a la casa del zapatero. "Zapatero -le dijo-, voy a vendarte los ojos y te llevaré a mi casa." "Eso nunca -le contestó el zapatero-. Si voy, iré con los ojos bien libres." "No", repuso Luz de la Noche. Y le dio una moneda de oro. "¿Y para qué quieres vendarme los ojos?", preguntó el zapatero. "Para que no veas adónde te llevo y no puedas decir a nadie dónde queda mi casa", dijo Luz de la Noche, y le dio otra moneda de oro. "¿Y qué tengo que hacer en tu casa?" preguntó el zapatero. "Coser a un muerto", le explicó Luz de la Noche. "Ah, no -dijo el zapatero-, eso sí que no", y tendió la mano para que Luz de la Noche le diera otra moneda.

-Está bien -dijo el zapatero después de recibir la moneda-, vamos a tu casa. Y fueron. El zapatero cosió la cabeza del muerto, uniéndola. Y todo lo hizo con los ojos vendados. Finalmente volvió a su casa acompañado por Luz de la Noche y allí se quitó la venda.

-No cuentes a nadie lo que hiciste -le advirtió Luz de la Noche.

Y se fue contenta, porque con su plan ya estaba todo resuelto. De manera que cuando los vecinos fueron informados que Kassim había muerto, nadie sospechó nada.

Pero resulta que los ladrones volvieron a la roca y vieron que Kassim no estaba. Ninguno de los ladrones era muy inteligente que digamos, pero el jefe dijo:

-Si el muerto no está, quiere decir que alguien se lo llevó. O sea que si alguien salió llevándose a ese muerto, quiere decir que antes de salir entró, porque nadie puede salir de ningún lado si antes no entra. Quiere decir que el que entró pronunció las palabras secretas.

-¿Y eso qué quiere decir? -preguntaron los otros 39 ladrones.

-¡Quiere decir que alguien descubrió el secreto! -contestó el jefe.

-¿Y eso qué quiere decir? -preguntaron los 39.

-¡Que hay que cortarle la cabeza!

-¡Muy bien! ¡Cortémosela ahora mismo!

El jefe dijo: "Primero tenemos que saber quién es el que descrubrió nuestro secreto. Uno de ustedes debe ir al pueblo y averiguarlo."

-Yo iré -dijo el ladrón número 39. (El número 40 era el jefe).

Cuando el ladrón número 39 llegó al pueblo, pasó frente al taller de un zapatero y entró. Dio la casualidad de que era el zapatero que ya sabemos.

-Zapatero -dijo el ladrón número 39-, estoy buscando a un muerto que se murió hace poco.¿No lo viste?

-¿Uno sin cabeza? - preguntó el zapatero.

-El mismo -dijo el ladrón número 39.

-No, no lo vi -dijo el zapatero.

-De mí no se ríe ningún zapatero -dijo el ladrón-. Bien sabes de quién hablo.

-Sí que sé, pero juro que no lo vi.

Y el zapatero le contó todo.

-Qué lástima -se lamentó el 39-, yo quería recompensarte con esta linda bolsita. Y le mostró una bolsita llena de moneditas de oro.

-Un momento -dijo el zapatero- creo que por el olor podría reconocer la casa a la que me llevaron.

Y agregó: "Véndame los ojos y sígueme. Me guiaré por mi nariz".

Así se hizo. Con su nariz al frente fue el zapatero oliendo todo. Detrás de él iba el ladrón número 39. Hasta que se pararon frente a una casa. "Es ésta -dijo el zapatero-. La reconozco por el olor de la leña que sale de ella."

-Muy bien -respondió el ladrón número 39-.

Haré una marca en la puerta para que pueda guiar a mis compañeros hasta aquí y cumplir nuestra venganza amparados por la oscuridad de la noche.

Y el ladrón hizo una cruz en la puerta. Después, ladrón y zapatero se fueron, cada cual por su camino. Pero la criada Luz de la Noche había visto todo. Entonces salio a la calle y marcó la puerta de todas las casas con una cruz igual a la que había hecho el ladrón. Después se fue a dormir muy tranquila.

-Jefe -dijo el ladrón número 39 cuando volvió a la guarida secreta-, con ayuda de un zapatero descubrí la casa del que sabe nuestro secreto y ahora puedo conducirlos hasta ese lugar.

-¿Aun en la oscuridad de la noche? ¿No te equivocarás de casa? -preguntó el jefe.

-No. Porque marqué la puerta con una cruz.

-Vamos -dijeron todos.

-Ésta es la casa -dijo el ladrón número 39 cuando llegaron a la primera puerta del pueblo.

-¿Cuál? -preguntó el jefe.

-La que tiene la cruz en la puerta.

-¡Todas tienen una cruz! ¿Cuántas puertas marcaste?

El ladrón número 39 casi se desmaya. Pero no tuvo tiempo porque el jefe, enfurecido, le cortó la cabeza. Y, sin pérdida de tiempo, ordenó el regreso. No querían levantar sospechas.

Después el jefe dijo: "Mañana hablaré yo con ese zapatero". Y ordenó el regreso. Al día siguiente el jefe de los ladrones buscó al zapatero. Y lo encontró. El zapatero se hizo vendar los ojos. Y lo guió. Y le mostró la casa. Pero el jefe no hizo ninguna cruz en la puerta ni otra señal. Lo que hizo fue quedarse durante diez minutos mirando bien la casa.

-Ahora soy capaz de reconocerla entre diez mil casas parecidas.

Y fue en busca de sus muchachos.

-Ladrones -les dijo-, para entrar en la casa del que descubrió nuestro secreto y cortarle la cabeza sin ningún problema, me disfrazaré de vendedor de aceite. En cada caballo cargaré dos tinas de aceite sin aceite. Cada uno de ustedes se esconderá en una tina y cuando yo dé la orden ustedes saldrán de la tina y mataremos al que descubrió nuestro secreto y a todos los que salgan a defenderlo.

-Muy bien -dijeron los ladrones.
Los caballos fueron cargados con las tinas y cada ladrón se metió en una de ellas. El jefe se disfrazó de vendedor de aceite y después tapó las tinas.

Esa tarde los ladrones entraron en el pueblo. Todos los que los vieron entrar pensaban que se trataba de un vendedor que traía 38 tinas de aceite.

Llegaron a la casa de Alí Babá y el jefe de los ladrones pidió permiso para pasar.

-¿Quién eres? -preguntó Alí Babá.

-Un pacífico vendedor de aceite -dijo el jefe de los bandidos-. Lo único que te pido es albergue, para mí y para mis caballos.

-Adelante, pacífico vendedor -dijo Alí Babá.

Y les dio albergue. Y también comida, y dulces y licores. Pero el jefe de los ladrones lo único que quería era que llegara la noche para matar a Alí Babá y a toda su familia.

Y la noche llegó.

Pero resulta que la criada Luz de luna, por casualidad levantó la tapa de una de las tinajas y, al momento una voz pregunto:

__¿Es hora de matar al señor?

__Todavía no contesto la criada Luz de Luna.

Luego cogió el el aceite que hervía en el hogar y, con gran valor, lo fue vertiendo en cada una de las tinajas, matando así a los ladrone.
Penetró enseguida al salón, donde comía Alí con su invitado y comenzó a bailar la danza de la daga. Ella, disimulando su intención, daba vueltas con movimientos llenos de gracia, hasta que clavó la daga en el corazón del gefe de la banda.

El jefe de los ladrones cayó redondo.

-¿Por qué tratas así a mis huéspedes? -preguntó Ali Babá.

Entonces Luz de la Noche quitó el disfraz al jefe de la banda y todo quedó aclarado. Como es de imaginar, los ladrones recibieron su merecido.

La buena criada Luz de Luna había desbaratado el complot.

Alí Babá, profundamente agradecido, la recompensó entregándole gran parte de los tesoros y

conocedor de las mágicas palabras, Alí Baba se las enseño a su hijo y ambos usaron moderadamente esa fortuna y vivieron largos años felices.

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"MUÑECA DE TRAPO"



"Muñeca de trapo,

bella cuando era nueva

hoy tirada en un rincón

con lazos descoloridos

ojos de un triste mirar.


¿Quién en ese estado te dejo?

¿Quién tu belleza no supo valorar?

¿Quién te dejo tirada en un rincón?

¿Quién rompió tu corazón

muñeca de triste mirar?

Vestida de tul raído por el uso

mejillas coloradas,

aun estando abandonada

quizá por vergüenza

de estar botada en un rincón.

Ya tu dueña te dejo

por otra muñeca nueva

¿De qué sirve quejarse

del destino que te toco?

¿muñeca de triste mirar?.

Esa era la queja de una muñeca de trapo, cuando vio que su dueña la cambio por una muñeca nueva y la dejo en un desván, era una muñeca de ojos verdes y una mirada que destrozaba el corazón, tenia las trenzas desechas, el vestido sucio, descalza pero aun así conservaba su belleza. Pero pasado los años, cuando su dueña, que ya era toda una señorita, al limpiar el desván la encontró y recordó lo feliz que fue con aquella muñeca, dijo: ¡Así como yo fui feliz contigo, así que sea feliz otra niña!, la tomo entre sus manos , lavo a la muñeca, la peino y le puso lazos nuevos en sus trenzas, cambio el vestido viejo por otro nuevo y le puso zapatitos de gamuza. La llevo a un orfelinato para donarlo, pasado un tiempo en el cumpleaños de una niña abandonada, fue envuelta en papel de regalo, la muñeca quedo a oscuras hasta que escucho la voz de su nueva dueña, una niña inocente de cinco años, feliz de tener una muñeca de trapo, desde aquel día la muñeca de triste mirar, tenía el corazón contento porque aprendió que su destino era hacer feliz a las niñas sin importar que cuando crezcan la abandonen en un rincón.

Este cuento es mi aporte a la niñez espero que sea del gusto de ellos. No soy escritora pero es lo que me nace y lo pongo en estas lineas. (Ana Salazar)

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