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"Cuento de navidad"





"AMOR PURO AMOR"

lunes, 14 de junio de 2010

....."EL PERAL DE MISERIA"

Miseria era una pobre anciana que se dedicaba, para mantenerse, a pedir limosna. Tenía un hijo que se llamaba Ambrosio y andaba también por el mundo pidiendo. Y tenía un perrito, que se llamaba Tarro, que era el único que la acompañaba en la pequeña choza en donde vivía.

Asi vivió varios años hasta llegar a una edad muy avanzada, manteniéndose tan solo de lo que sacaba de las limosnas y del fruto de un peral que tenía próximo a la choza, del cual pocos años cogía fruto, debido a que los chicos le quitaban todas las peras.Como ella no corría, les azuzaba el perro y los chicos huían, pero, cuando no estaba ella, se las quitaban antes de que llegaran a madurar.
Un día se presentó a la puerta de su choza un pobre al anochecer, mas como estaba nevando la señora Miseria le dijo que pasara a refugiarse, invitándole a cenar una sopa del poco pan que había recogido durante el día. Después partió la saca en donde ella dormía para darle parte al pobre. Y cada uno durmió en su saca de paja. Pero lo extraño del caso es que el perrito Tarro que tenía la señora Miseria era muy malo y a todos los que se aproximaban a la puerta les ladraba, y observó la señora Miseria que, al recibir a este pobre en su casa, no sólo no le ladró, sino que se arrimaba a lamerle los pies. Así pasaron la noche durmiendo y al amanecer notó la señora Miseria que el pobre se levantaba con intención de marcharse. Mas, como seguía nevando, ella no consintió en que saliera. Y sí salió ella al pueblo próximo, diciéndole:

-No saldrás de mi casa sin que antes no desayunes, que ahora voy a recoger cuatro mendrugos de pan al pueblo y,cuando venga, almorzarás y te marcharás.

Viendo el pobre la buena intencion de la señora miseria, se conformó con lo que le propuso, mas luego, cuando volvió y ya habían desayunado, le dijo a la señora Miseria:

-En vista de tu bondadoso corazón, voy a hacerte un favor. Pídeme lo que quieras pues, aunque me ves vestido de pobre, no lo soy y quiero pagarte el favor que me has hecho.

La señora Miseria rechazó la promesa diciendo que no quería nada; pero tanto le insistió el otro, que ella no tuvo más remedio que aceptar y pedir algo. Y le pidió que todo aquel que, sin su permiso, se subiera a su peral, no pudiera bajarse. Pues, aunque daba muy buenas peras, no las recogía, ya que se las quitaban los muchachos. El otro le contestó:

-Concedido. Con poco te conformas, mujer.

Pronto llegaron a sentirse los efectos de la concesión. Al año siguiente, tan pronto como llegaron las peras a media sazón, los primeros chicos que subieron a cogerlas queda

ron allí presos hasta que llegó la señora Miseria. El primer día ella les gritó desde lejos:

-¡Ah, granujas! ¡Bien me las vais a pagar, que ahora no os escapáis de mis uñas!

Y, llegando al pie de¡ peral, empezó a golpearlos con el bastón en que se apoyaba, hasta que le dio lástima y los mandó bajar. A todo esto les azuza el perro y tras haberlos agarrado de los pantalones a unos y otros, fueron a su casa llenos de jirones.

Este mismo año los chicos seguían yendo a comer las peras; pero, después que se fueron dando cuenta de lo endiablado que estaba el peral, ya no se acercaba ninguno. Al año siguiente ya pudo disfrutar la señora Miseria, con toda tranquilidad, de las peras de su peral. Así pasaron largos años, hasta que un día se acerca a la puerta un hombre alto, seco, con una guadaña al hombro, que llamó a la señora Miseria tres veces diciéndole:

-Vamos, Miseria, que ya es hora.
La señora Miseria, que se acerca a la puerta y reconoce que es la Muerte, exclama:

-¡Hombre, ahora tan pronto, al mejor vivir! ¡Ahora que estoy disfrutando de¡ poco tiempo de tranquilidad que he tenido!

Mas, como la Muerte le insistía, la señora Miseria le suplicó un favor y la Muerte le dijo:

-Bueno, ¿qué es lo que quieres?

-Pues que, mientras yo me preparo un poco para el viaje, hagas el favor de cogerme esas cuatro peras que quedan en el peral.

Y le contestó la Muerte:

-Bueno, mujer, anda ligera, Prepárate.

A todo esto se dispuso la Muerte a coger las peras de¡ peral. Subió al árbol; mas, como estaban en lo más alto, tuvo que hacer grandes esfuerzos para cogerlas, a pesar de sus largos brazos. Una vez cogidas quería bajar de¡ peral, pero no podía desprenderse de las ramas. Se cansó de hacer esfuer-
zos por bajar y no podía conseguirlo. A todo esto la señora Miseria que asomada a la puerta la vio, soltó la carcajada diciendo:

-iJa, ja, ja! ¡Bien estás ahí! ¡Déjame a mí, que ahora estoy segura!

Así estuvieron unos cuantos años, haciéndose sentir ya la falta de la Muerte, pues había ancianos que, a pesar de sus penosas enfermedades, ninguno moría. Llenaban los hospitales y estorbaban, y algunos pasaban de doscientos años. Suplicaban a los médicos que les dieran algo para acabar con su vida, que los aterrorizaba ya; pero, a pesar de eso, nadie moría. Se daban cuchilladas unos a otros; se tiraban a los precipicios; quedaban hechos una lástima, pero ninguno se moría; ni siquiera en las guerras, pues la Muerte se hallaba colgada en el peral de la señora Miseria y no podía bajar de allí sin su permiso.

Cuando se llegaron a dar cuenta en los pueblos vecinos, empezaron a dar vueltas por todos los sitios para ver dónde podrían encontrar a la Muerte. Hasta que un día el médico, que era muy amigo de la Muerte, oyó que desde lejos le ¡lamaba alguien que decía:

-¡Eh, médico! ¡Ven acá!

Acudió a las voces y pronto observó que la Muerte estaba colgada en el peral de la señora Miseria. Avisó a los vecinos y todos, armados de hachas, se fueron a aquel lugar con el fin de derribar el árbol que decían que estaba endiablado. Pero por más que daban hachazos a un lado y a otro, las hachas no mellaban el árbol. Se cansaron de intentar cortarlo; unos subieron al árbol y, agarrando de las manos a la Muerte, tiraban para descolgarla. Pero no sólo no la pudieron arrancar de allí, sino que todos los que subían quedaban colgados como racimos. La señora Miseria se reía y decía:

-Inútil todo lo que trabajéis, pues nadie bajará sin que yo le dé permiso.

Viendo esta fuerza tan poderosa de la señora Miseria, acudieron personalidades de distintos pueblos y provincias a suplicarle que dejara bajar a la Muerte, porque era una lástima ver cómo

estaba el mundo, que no se moría nadie por ningún sitio, a pesar de las horribles calamidades y sufrimientos que muchos padecían. La señora Miseria, en vista de tanta súplica, y dándole ya lástima de la humanidad entera, les propuso una condición.

-¿Cuál es? -le dijeron.

Y ella contestó que la condición era que la Muerte no volviera ni se acordara de su hijo:

-No te acuerdes nunca de mí ni de mi hijo Ambrosio, hasta que yo no te llame tres veces.

A lo cual la Muerte accedió, contestándole que lo tenía concedido, siempre que le diera permiso para bajar de¡ peral. Acto seguido bajó la Muerte del peral con todos los que a ella se habían agarrado y, empuñando el asta de la guadaña, empezó a cortar pescuezos a diestro y siniestro. Morían a millares, pues no sólo a los que les llegaba su hora, sino que todo el que desde aquel momento buscaba la Muerte, la encontraba de inmediato. Menos la anciana y su hijo y por eso viven todavía la Miseria y el Hambre.

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"MUÑECA DE TRAPO"



"Muñeca de trapo,

bella cuando era nueva

hoy tirada en un rincón

con lazos descoloridos

ojos de un triste mirar.


¿Quién en ese estado te dejo?

¿Quién tu belleza no supo valorar?

¿Quién te dejo tirada en un rincón?

¿Quién rompió tu corazón

muñeca de triste mirar?

Vestida de tul raído por el uso

mejillas coloradas,

aun estando abandonada

quizá por vergüenza

de estar botada en un rincón.

Ya tu dueña te dejo

por otra muñeca nueva

¿De qué sirve quejarse

del destino que te toco?

¿muñeca de triste mirar?.

Esa era la queja de una muñeca de trapo, cuando vio que su dueña la cambio por una muñeca nueva y la dejo en un desván, era una muñeca de ojos verdes y una mirada que destrozaba el corazón, tenia las trenzas desechas, el vestido sucio, descalza pero aun así conservaba su belleza. Pero pasado los años, cuando su dueña, que ya era toda una señorita, al limpiar el desván la encontró y recordó lo feliz que fue con aquella muñeca, dijo: ¡Así como yo fui feliz contigo, así que sea feliz otra niña!, la tomo entre sus manos , lavo a la muñeca, la peino y le puso lazos nuevos en sus trenzas, cambio el vestido viejo por otro nuevo y le puso zapatitos de gamuza. La llevo a un orfelinato para donarlo, pasado un tiempo en el cumpleaños de una niña abandonada, fue envuelta en papel de regalo, la muñeca quedo a oscuras hasta que escucho la voz de su nueva dueña, una niña inocente de cinco años, feliz de tener una muñeca de trapo, desde aquel día la muñeca de triste mirar, tenía el corazón contento porque aprendió que su destino era hacer feliz a las niñas sin importar que cuando crezcan la abandonen en un rincón.

Este cuento es mi aporte a la niñez espero que sea del gusto de ellos. No soy escritora pero es lo que me nace y lo pongo en estas lineas. (Ana Salazar)

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