El pordiosero de la cuadra se paraba frente a la boutique de trajes nupciales. Le gustaba contemplar a través del aparador a una figura esbelta, de fino rostro. Para él no había mujer que la igualara. Era lo que siempre había soñado.
La gente lo veía como a un loco peligroso cada vez que recitaba versos de Neruda, pero poco le importaba que el dueño del local lo corriera a puntapiés o llamara a la Delegación de Policía para que lo apresaran.
Nada impedía que el menesteroso volviera al escaparate, donde un maniquí de figura femenina aparentaba mirarlo y conmoverse ante cada palabra de amor pronunciada:
«Me gusta cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca...» 1
Aquel hombre barbado y harapiento un día no pudo resistir más. Tomó una piedra y rompió el cristal de la boutique. El propietario de la tienda y quienes caminaban cerca del lugar quedaron asombrados, inmóviles, al ver que una mujer corría alegre, vestida de novia, tomada de la mano del pordiosero de la cuadra.
Temía, pero ahora...
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Temía estar sola,
hasta que aprendí
a quererme a mi misma
Temía fracasar,
hasta que me dí cue...
de una pedra me baje el cristal... y corri corri con ella hasta mi portal...todo su cuerpo me temblo en los brazos... nos sonreia la luna de mayo... bajo la lluvia bailamos un vals.... un dos tres un dos tres... todo daba igual...... y yo le hablaba de nuestro futuro... y ella lloraba en cilencios lo juro.....
ResponderEliminarSi lloraba en silencio por la alegría de estar juntos bajo la luna al son de la música,
ResponderEliminarmis lágrimas se confundían con la lluvia que caía en mi rostro, mientras mis labios
musitaban palabras de amor con sabor a futuro incierto, pero a tu lado todo seria
sabor a miel, pues esto es la locura de amor de dos.
Ana Salazar.