sábado, 20 de noviembre de 2010

"EL TUCÁN Y EL CANGREJO"

Hacía muchos días que no caía una gota de lluvia en el bosque, el calor era insoportable y todos los animales se morían de sed. Por eso la quebrada estaba muy concurrida por los animales sedientos que se acercaban a tomar agua.

Pero el cangrejo, habitante de la quebrada, lo había estado oyendo y pensó: “Si este sujeto se acostumbra a beber aquí, con el tremendo pico que tiene muy pronto va secar el pozo y los fregados vamos a ser los cangrejos”.

Y se puso a vigilar los movimientos del tucán desde el fondo del agua. El tucán no esperó más, voló hasta una rama encima del pozo y ahí nomas hundió el pico en el agua. Era ciertamente un pico enorme que asustó a todos los peses que desaparecieron en un santiamén.

Al primer sorbo comprobó que el agua estaba sabrosa y fría y se felicitó por haber encontrado tan buen remedio para el calor y la sed. Con el tremendo pico que tenia a las chupadas el pozo estaba seco.

Los caracoles y cangrejos que vivían en el pozo tuvieron que cargar sus pertenencias y mudarse a otro pozo arriba de la quebrada. La travesía les resultó tan difícil que estuvieron vigilantes en su nueva morada en espera de la aparición de la amenaza. Para los demás animales no fue problema y muy pronto se aparecieron en el nuevo pozo y pidieron permiso a sus moradores para satisfacer la agobiante sed.

Cuando se apareció el tucán se produjo una conmoción en el pozo y hundió sin demora su enorme pico en el agua.

En eso sintió que su pico se había atracado dentro de el agua y no conseguía abrirlo para seguir bebiendo. “Qué pasa aquí” ... pensó. Debido a que el agua era transparente le permitió descubrir que unas tenazas que lo tenían aprisionado y no lo soltaban. Asustado murmuró por un extremo del pico apretado: ¡Qué cosa es esto! -tu castigo- le contestó el cangrejo.

Soy el dueño del agua y ningún bocón va a beberla sin mi permiso. Hablando con dificultad y esforzándose por hacerse entender, el tucán le rogó: Suelteme, varón. La próxima vez le pediré permiso. ¿Me suelta? Aquí te quedas, castigado.

Seguro que la próxima ves vas a tomar agua más arriba para no encontrarte conmigo.

El tucán pensó: “Si no hago algo, aquí me muero”. Así que hizo toda la fuerza posible para librar su pico, pero no pudo lograrlo. El cangrejo sonreía al ver sus vanos esfuerzos.

Te voy a soltar -le dijo finalmente- Pero la próxima vez que metas el pico en un pozo, te quedarás ahí para siempre. Ya lo sabes.

Y lo soltó. Al verse libre el tucán acaricio con el ala, el pico adolorido y se largó bien ligero.

Es por cierto que el tucán nunca toma agua de las corrientes. Cuando tiene sed, levanta la cabeza al firmamento y canta pidiendo lluvia. Y la recibe con el pico abierto. Nadie ha podido convencerlo que es más fácil tomar agua directamente del río.

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