Un hombre con su mujer y sus hijos vivían por mucho tiempo muy cerca de una cocha, con bastantes peces, en el bosque había muchos animales, variedades de frutas silvestres, agua limpia de manantiales y bejucos.
Por consiguiente, tenían buena comida, lindas llanchamas y otras cortezas de árboles de los que hacían sus vestidos, diversidad de maderas y palmeras con las que construían su vivienda. Así, de poco a poco, caminando por el bosque, iban descubriendo muchos objetos, animales y vegetales para satisfacer sus necesidades.
Un día caminando por el bosque, el hombre vio a lo lejos, a un grupo de animales que escarbaban el suelo y comían. Se puso a observarlos y distinguió que comían raíces algo gruesas. Cuando los animales se retiraron después de comer, el hombre se acercó al mismo lugar y encontró los pedazos de raíces que comieron y al tronco del árbol volteado sin sus raíces.
Con mucha curiosidad agarró al tronquito que tenía nudos, le quebró al tamaño de una braza, le llevó a su casa y le arrimó en una esquina con la punta más gruesa en el suelo y la otra punta delgada hacia arriba.
Después de varios días, la mujer quiso cambiar de sitio al tronquito que trajo su marido del bosque y no pudo porque ya tenía raíces en el suelo. Le avisó a su marido y este le dijo que mejor no lo toque.
Por la noche cuando el hombre dormía soñó a una viejita con sus cabellos blancos y largos quien le dijo:
– Déjale tranquilo a ese tronquito que está echando raíces en la esquina de tu casa. Vete a vivir en otro lugar y cuando yo te avise volverás a ver lo que ha sucedido con ese tronquito que es tu buena suerte.
Entonces el hombre con su mujer y sus dos hijos se fueron a vivir al otro lado de la cocha. Allí construyeron su vivienda y estuvieron tranquilos.
Después de un tiempo de cinco lunas, la viejita de cabellos blancos y largos le hizo soñar al hombre diciéndole “Ya puedes ir a tu casa del otro lado de la cocha, encontrarás al tronquito con raíces gruesas de color blanco cubierta de cáscara oscura”. Le dijo también que le saque del suelo y lo ponga en el fogón y cuando esté muy suave que le coman con toda confianza porque su sabor es agradable. Al tronquito que le corte en pedazos y los introduzca en el suelo y después de cinco lunas echará más raíces para que coman.
El hombre con su mujer y sus dos hijos regresaron a su vivienda anterior.
Al llegar, revisaron al tronquito y tenía ramas, hojas y el suelo donde le dejaron prendido estaba abultado. Lo escarbaron y encontraron las raíces gruesas. Le desgajaron de su tronco y le pusieron en el fogón.
Después de un rato, con el fuego se hicieron suaves, le partieron y era de un color blanco como los cabellos de la viejita que le hizo soñar al hombre. De ese sueño se recordó el padre y se pusieron a comer y era muy agradable.
El hombre quebró en pedazos al tronquito y les enterró ligeramente en el suelo muy cerca de su casa.
Después del tiempo de cinco lunas, el hombre con su mujer y sus hijos sacaron las gruesas raíces, los asaron en el fuego y comieron. Por mucho tiempo realizaron esta acción hasta que le dieron el nombre de yuca que hoy conocemos y lo utilizamos en la alimentación.
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