sábado, 13 de noviembre de 2010

"AVENTURAS DE CUCA Y PIQUITO"



Cuca era una linda guacamaya de nuestra amazonía. Una tarde, después del almuerzo, buscó a su amigo Piquito para acudir a los acantilados en busca de la curativa arcilla:

--"Me hará bien porque he comido mucho fruto verde", le dijo Cuca, al referirse a las collpas o tierra salada que sirve de remedio a loros, pericos y papagayos de la selva.

Desplegando sus multicolores alas, llegaron al lugar ya repleto de verdes, rojas, azules y amarillas aves que con sus picos curvos, devoraban los terrones de arcilla como si fuese una deliciosa torta de chocolate.

Luego de bañarse con los últimos rayos del sol, Cuca y Piquito volaron d regreso a casa. Ya iba a anochecer y eso era peligroso para ellos.

Estaban a media ruta cuando extraños quejidos les obligaron a detenerse. Curiosos, asomaron por la copa de un árbol y se alertaron al ver que un inmenso otorongo pugnaba por escapar de una trampa puesta por los malvados depredadores.

Sangraba de una pierna y el pobre animalito, suplicante, les rogaba:

"No tardarán en volver y me llevarán para venderme a un circo, por favor, ayúdenme".

Los guacamayos dudaron. Podía ser una treta del otorongo para comérselos, pero si demoraban al tratar de ayudarlo, ellos corrían el peligro de ser devorados por otras fieras.

Iban a marcharse, cuando Cuca frenó a Piquito y le dijo:

--"Recuerda que los animales de la selva debemos estar unidos para no ser exterminados. Todos nos debemos unos a otros". Piquito se sintió orgulloso de su amiga. Bajaron donde estaba la trampa y con sus tremendos picos, con habilida y su deseo de ayudar, pudieron liberar al gran otorongo, cuyas fauces estaban tan cerca de los guacamayos, que podía tragarselos si éste se lo proponía.

Se despidieron como grandes amigos. Días después, cuando Piquito anunciaba su amor a Cuca, en un árbol de cedro, una red los atrapó, inmovilizándolos. Se sintieron morir.

Los depredadores festejaban su fechoría, cuando un terrible rugido pareció emanar de las entrañas de la tierra. ¡Era su amigo el otorongo!, haciéndolos huir despavoridos.

Liberó no solo a sus picudos amiguitos, sino también a monos, charapitas y a un brioso lobo de río. Felices y a salvo, todos se fueron a festejar la boda de los valientes Cuca y Piquito.

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