martes, 5 de abril de 2011

"EL HUEVO MÁS BONITO"

Había una vez tres gallinas que se llamaban Petipuá, Polipasta y Pulchinela. Siempre estaban discutiendo entre ellas sobre cual de las tres era la más bella.

Petipuá poseía el más hermoso plumaje, Polipasta tenía las patas más bonitas y Pulchinela lucía la más preciosa de las crestas.

Como no lograban ponerse de acuerdo decidieron ir a pedir consejo al rey."La belleza depende de valores internos" dijo el rey. "La que ponga el huevo más bonito será la triunfadora, y será mi princesa". El rey salió al jardín y todas las gallinas de su reino le siguieron.

Petipuá empezó a cacarear la primera. Se acurrucó cuidadosamente con su hermoso plumaje sobre la hierba húmeda. Al cabo de poco tiempo volvió a levantarse y se colocó a un lado. Todos se quedaron sin habla. No habían visto nada semejante en su vida. Ante ellos se veía un huevo de gallina blanco como la nieve, inmaculado, sin defecto alguno, con una cáscara como el mármol pulimentado. ¡Más perfecto no es posible! exclamó el rey. Y todas las gallinas, todas, asintieron.

Cuando Polipasta empezó a cacarear, se compadecían de ella. Un huevo más perfecto que el de Petipuá no se podía poner, era imposible.

De pronto el rey batió palmas estrepitosamente de tanta alegría: ante él se alzaba un huevo de gallina tan grande y pesado que incluso hubiera causado la envidia de un avestruz. ¡Más grande no es posible! exclamó el rey. Y todas las gallinas, todas, asintieron.

Mientras estaban aún asintiendo, se acurrucó Pulchinela. La compadecieron mucho, puesto que no se podía poner ya ni un huevo tan perfecto ni un huevo tan grande. Era imposible.

Pulchinela apenas cacareo. Se sentó allí delante, toda modesta con la mirada baja. Era su estilo.
Después de un rato se levantó. Ante el público había un huevo de gallina del que se oirá hablar dentro de cien años: ¡un huevo cúbico!. Los bordes eran ¡rectos! como si se hubieran trazado con regla, y en cada cara resplandecía un color diferente. ¡Más fantástico no es posible! exclamó el rey.
Y todas las gallinas, todas, asintieron. Era imposible decir que huevo era el más bonito. Tampoco el rey lo sabía. Así es que decidió que las tres, Petipuá, Polipasta y Pulchinela fueran sus princesas. Y si no han fallecido aun lo siguen siendo hoy en día.

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