Gulliver logra salvar su vida luchando contra las olas, hasta llegar a tierra firme y caer muy cansado en las arenas de un país desconocido.
Despertó sin poder moverse. Sus brazos, sus piernas y sus cabellos estaban atados a tierra. Sólo podía mirar al cielo, oía un gran bullicio y se asustó al sentir que algo le caminaba por la pierna izquierda, subía por el pecho y llegaba hasta la barbilla. ¡Se trataba de un hombrecillo diminuto de unos quince centímetros!, con otros que lo seguían.
Quiso desatarse, pero sintió que miles de flechitas se prendían en su cuerpo, y aunque no le hacían
daño, optó por quedarse quieto.
Luego, quien parecía el rey, le habló cortésmente al decirle que había llegado al pacífico reino de Liliput.
Gulliver le respondió señalando su boca y Hurgo (así se llamaba el rey) lo entendió bien y llegaron lomitos, piernas y bifes que consumió en un tris. De beber le alcanzaron más de tres mil litros liliputienses de vino y colmó su sed.
Le llamaron Hombre-Montaña y al ganarse la confianza de los reyes, le contaron que había una lucha interna entre los tramecsán y estamecsán pero que les preocupaba más el peligro de invasión del reino de los Blefuscu.
La vieja pelea se inició por una situación absurda, cuando años atrás uno de los príncipes se cortó el dedo por romper un huevo por el lado más ancho. Ante ello, el rey ordenó que todos debían cortar los huevos por el lado más delgado, bajo pena de sufrir grandes castigos.
Esto causó la rebelión de muchos liliputienses que fueron al destierro, siendo bien recibidos por los reyes de Blefuscu, quienes se apresuraron a iniciar la invasión armada.
Gulliver juró defender a Liliput y le bastó lanzarse al mar para apresar a toda la marina, atando sus naves con cordeles entre sí. Lo atacaron con flechas, pero estaba muy bien protegido.
Sellada la paz, Gulliver se negó a tomar venganza contra los Blefuscu y llegó hasta la isla donde la gente le gritaba enfervorizada : "¡Quédate en nuestra isla!" y él sonreía agradecido.
Una tarde, en la playa, por seguir a un extraño pez, se internó en las aguas, divisando el barco que lo llevaría de regreso a su tierra. El adiós fue triste, pero Gulliver iba a proseguir su vida llena de aventuras.
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