El padre de Paquito terminó de contar sus historias y quedó ronco de tanto hablar.
Lo pusieron en la cama con un fomento en la garganta y a Paquito lo mandaron a dormir porque era muy tarde.
Pero nuestro buen amigo no tenía sueño. Los números aprendido desfilaban ante sus ojos:
Todos menos el número diez. Y Paquito, que sabía contar hasta diez, quería conoces ese número tan importante. ¿Quién se lo podía enseñar? Su papá no hablaría ya por varios días y Paquito no quería esperar tanto. El reloj de la sala dio las doce de la noche, la luna asomó su cara de pandereta y el niño parpadeó molesto porque sus rayos blanquísimos lastimaban sus ojos, colorados de sueño.
Parpadeando, Paquito se quedó dormido.
Y yo que soy el hada Aritmética, pequeñita y sabihonda, salgo otra vez de mi cuaderno, avanzo de puntillas y dejo a los pies de Paquito un cuaderno forrado de rayos de luna. Y en la primera hoja dibujo, grandote, el número diez.
Al día siguiente Paquito creyó que había soñado. Tú y yo sabemos que no. ¿O sí?.
Cuento de Matilde Muras.
Temía, pero ahora...
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Temía estar sola,
hasta que aprendí
a quererme a mi misma
Temía fracasar,
hasta que me dí cue...
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